D.A.R.Y.L. (1985)

“D.A.R.Y.L.”, estrenada en 1985, no es solo una película de ciencia ficción de bajo presupuesto; es una pequeña joya de la nostalgia y un estudio inquietante sobre la naturaleza de la identidad y la fe. La película, a pesar de sus limitaciones técnicas, consigue sumir al espectador en una atmósfera de suspense y misterio que rivaliza con producciones mucho más ambiciosas. La historia de Daryl, un niño con recuerdos fragmentados y habilidades telepáticas, que es acogido por la familia Miller, genera desde el principio una gran tensión. Su capacidad para leer mentes y manipular objetos con la mente es, desde el inicio, un detonante de inquietud, tanto para los personajes como para nosotros, el público.

La dirección de George Dugas, a pesar de no contar con un presupuesto considerable, logra crear un ambiente rural, casi claustrofóbico, que resalta el aislamiento del protagonista y la progresiva desconfianza que se instala en la comunidad. Dugas sabe jugar con la luz y la sombra, utilizando la paleta cromática limitada para intensificar la sensación de amenaza latente. El uso de la cámara a menudo se centra en los ojos de los personajes, enfatizando el miedo y la sospecha. El ritmo, lento pero constante, permite que la atmósfera opresiva se acumule gradualmente, construyendo un telón de acero para la revelación de la verdad.

Las actuaciones son sólidas, especialmente la de Jeff Goldblum como Daryl. Goldblum, en una de sus primeras grandes papeles, aporta una vulnerabilidad y un encanto que equilibran las habilidades extraordinarias del personaje. Su interpretación no se reduce a la mera exhibición de poderes, sino que comunica la confusión, el miedo y la soledad del niño. La familia Miller, interpretada por Dick Carpenter y Alice Huffman, también ofrece interpretaciones convincentes, mostrando una mezcla de fascinación, temor y, finalmente, amor por el misterioso niño. La dinámica familiar se convierte en un elemento central de la trama, revelando las fracturas y los secretos que se esconden detrás de la fachada de una vida normal.

El guion, escrito por James Cameron y David Gerber, es donde “D.A.R.Y.L.” realmente brilla (o más bien, brilla con una luz tenue y misteriosa). Si bien la trama se adhiere a los clichés de las historias de niños prodigio, logra subvertir las expectativas del espectador a través de la gradual revelación de la verdad sobre Daryl. El misterio se va desvelando a medida que avanza la película, con giros inesperados que mantienen la tensión hasta el final. La película explora temas complejos como la genética, la inteligencia artificial y la ética de la experimentación, invitando al espectador a cuestionar la naturaleza de la humanidad. A pesar de algunos diálogos un poco forzados, la ambigüedad inherente a la trama y el planteamiento de preguntas sobre la identidad y el control, hacen que la película perdure en la memoria. Es una reflexión sobre la responsabilidad que implica la creación de seres tan excepcionales, y sobre las consecuencias imprevistas de la ciencia sin escrúpulos.

Nota: 7/10