Das Wetter in geschlossenen Räumen (2015)

“Das Wetter in geschlossenen Räumen” (El Tiempo en Espacios Cerrados) es, sin duda, una película que no se olvida fácilmente. Dirigida con una sutileza inquietante por Anne von Keller, la obra se erige como un estudio psicológico profundo, explorando la fragilidad de la moral y la inevitable confrontación con los propios impulsos en un entorno hostil. No es una película de acción, ni de melodrama explosivo, sino un drama introspectivo que se centra en la dinámica de poder, el deseo y las consecuencias imprevistas de una conexión fugaz.

La película se ambienta en un hotel aislado, un microcosmos de una región convulsa, lo que inmediatamente establece una atmósfera de tensión y claustrofobia. Esta localización, más que un simple escenario, funciona como una metáfora de la prisión emocional en la que se encuentran los personajes. La fotografía, cuidada y con un uso magistral de la luz y la sombra, acentúa este sentido de confinamiento y pone de relieve el impacto de las decisiones que se toman dentro de esas paredes.

Maria Furtwängler ofrece una interpretación particularmente destacada como Dorothea, la trabajadora humanitaria. Su personaje es complejo y contradictorio; una mujer dedicada a ayudar a los demás, que se ve abruptamente seducida por Alec, interpretado con una intensidad cautivadora por Mehmet Sözer. La relación entre ambos no es simplemente una historia de amor; es una lucha por el control, un choque entre el deber y el deseo. La química entre Furtwängler y Sözer es palpable, aunque a menudo de forma tensa y silenciosa, lo que añade otra capa de complejidad a su interacción.

Jim Broadbent, en un papel relativamente breve pero crucial, aporta la necesaria seriedad y experiencia al personaje de un hombre de negocios que representa una amenaza tangible para el equilibrio precario establecido. La película no busca glorificar ni demonizar a ninguno de los personajes, presentando todas sus motivaciones con una honestidad incómoda. El guion, firmado por von Keller y Maren Tise, es deliberadamente pausado y contemplativo, permitiendo que la tensión y el sentimiento de incomodidad crezcan gradualmente. No apresura la narrativa, sino que se concentra en las miradas, los silencios y las expresiones faciales, elementos que comunican más de lo que las palabras podrían expresar.

“Das Wetter in geschlossenen Räumen” no ofrece respuestas fáciles. Se aleja del entretenimiento superficial y se adentra en preguntas incómodas sobre la ética, la responsabilidad y la naturaleza del deseo. Su fuerza reside en su ambigüedad moral y en su capacidad para generar una sensación de inquietud persistente. Es una película que invita a la reflexión y que, sin duda, permanecerá en la mente del espectador mucho después de que los créditos finales hayan rodado.

Nota:** 8/10