“Dashcam” es, sin duda, una película que te deja pensando mucho después de que las luces de la sala se hayan encendido. Más que una simple historia de criminalidad, se erige como una disección brutal del aislamiento, la culpa y las consecuencias imprevistas de nuestras acciones. La película, dirigida por Darius Marder, no busca el espectáculo convencional del thriller, sino que se adentra en la psicología de su protagonista, Ben (Robert Pattinson), y en la atmósfera opresiva que lo rodea. La dirección es, con decir lo menos, magistral, utilizando el formato de dashcam (cámara de tablero) como elemento central narrativo y visual, lo que genera una sensación constante de inmediatez y paranoia. Esta técnica no solo es innovadora, sino que también fuerza al espectador a compartir la perspectiva limitada y subjetiva de Ben, aumentando la tensión y el misterio de forma sutil pero efectiva. El uso del formato amplifica la incomodidad y el desasosiego, transmitiendo una sensación claustrofóbica que acompaña a la película desde el principio hasta el final.
Robert Pattinson ofrece una actuación deslumbrante, una de las mejores de su carrera. Su interpretación de Ben es cautivadora y perturbadora a la vez. Pattinson no se limita a interpretar un criminal; explora la fragilidad emocional del personaje, mostrando sus demonios internos, su autoengaño y su incapacidad para enfrentar su pasado. Su mirada, a menudo vacía y distante, es el eje central de la película, reflejando la confusión y el dolor que lo consumen. Es una actuación física y emocionalmente exigente, donde se vislumbra una profunda vulnerabilidad que contrasta con la aparente indiferencia que muestra a los demás. La química entre Pattinson y la anciana, Agnes, interpretada por Harriet Walter, es absolutamente creíble, añadiendo una capa adicional de complejidad al drama. Walter, por su parte, ofrece una interpretación matizada y poderosa, representando a Agnes con una mezcla de fragilidad, misterio y una extraña sabiduría.
El guion, aunque deliberadamente lento y contemplativo, es la pieza central que sostiene todo el entramado de la película. La historia no progresa con un ritmo acelerado, sino que se construye con paciencia, permitiendo que la tensión y el suspense se acumulen gradualmente. La escritura es precisa y evocadora, trabajando con la economía de los diálogos y permitiendo que las acciones y las expresiones de los personajes hablen por sí mismas. El guion explora temas complejos como la redención, la culpa, el perdón y la naturaleza de la memoria. Aunque la trama principal gira en torno al robo del coche y el viaje a Londres, la película se centra mucho más en el viaje interior de Ben, en sus recuerdos fragmentados y en su lucha por encontrar un sentido a su vida. Es una película que invita a la reflexión y que plantea preguntas sobre la responsabilidad moral y las consecuencias de nuestras decisiones. La ambigüedad moral es un elemento clave; no se juzga al protagonista, sino que se intenta comprender sus motivaciones, incluso si no las compartimos.
En definitiva, “Dashcam” es una obra de arte cinematográfica que, a pesar de su lentitud y su enfoque en la introspección, logra generar un impacto emocional profundo y duradero. Es una película que exige una atención plena del espectador y que recompensa la inversión con una experiencia cinematográfica única y memorable. Es un thriller psicológico con un toque de drama y una visión original que la sitúan por encima de la mayoría de las producciones del género.
Nota: 8/10