De ilusión también se vive (1947)

“De ilusión también se vive” es una película que, a primera vista, podría parecer un simple entretenimiento navideño, una fábula reconfortante para las fechas más mágicas del año. Sin embargo, tras una atención más cuidada, emerge una pequeña joya que, a pesar de no ser un hito cinematográfico, consigue evocar sentimientos genuinos de nostalgia y la importancia de la esperanza. La dirección de Robert Benek se muestra serena y deliberada, construyendo una atmósfera cálida y acogedora que recuerda a las películas familiares clásicas de Navidad. Benek evita los excesos y se centra en la construcción de personajes entrañables, favoreciendo un ritmo pausado que permite al espectador conectar emocionalmente con la historia.

La película se centra en Kris Kringle, interpretado con una ternura admirable por Kurt Russell. Russell aporta al personaje una mezcla perfecta de excentricidad, sabiduría y vulnerabilidad. Su Kris Kringle no es simplemente un actor disfrazado; es un hombre que ha vivido una vida llena de experiencias, que ha cuidado a miles de niños y que, a pesar de su edad, aún mantiene la creencia en la magia de la Navidad. La química entre Russell y el resto del elenco, especialmente con el joven Justin Long, es palpable y contribuye significativamente a la credibilidad de la trama. Long, en el papel de un joven que se siente desilusionado por el mundo adulto, ofrece una interpretación sutil y realista, convirtiéndose en el catalizador de la redescubrimiento de la magia por parte de Kris.

El guion, aunque no particularmente original, se beneficia de diálogos inteligentes y situaciones cómicas que logran equilibrar el tono sentimental de la película. La trama, en su esencia, explora temas universales como la importancia de la fe, la perseverancia y la conexión humana. Se burla ligeramente de la comercialización de la Navidad, pero lo hace con tacto, recordando al espectador que la verdadera magia reside en la intención y la generosidad, no en los regalos materiales. La película no busca revolucionar el género, pero sí ofrece una reflexión sutil sobre la pérdida de la inocencia y la necesidad de aferrarse a la esperanza, incluso cuando el mundo parece desilusionador.

A pesar de sus modestos defectos, “De ilusión también se vive” es un regalo para el público que busca una película familiar agradable y emotiva. No es una obra maestra, pero sí un ejemplo de cómo, a veces, los pequeños detalles y la ternura pueden marcar la diferencia. La película consigue generar un ambiente de optimismo que, en un mundo a menudo sombrío, es precisamente lo que se necesita para celebrar la Navidad con el corazón lleno.

Nota: 7/10