De repente, un extraño (1990)

“De repente, un extraño” (Suddenly, a Stranger) de Spike Lee es una obra maestra del thriller psicológico que, a pesar de su duración, logra mantener al espectador en vilo desde el primer minuto hasta el desenlace. La película, lejos de ser una simple historia de alquileres y vecinos problemáticos, explora la fragilidad de la civilización, la vulnerabilidad de la propiedad privada y la capacidad humana para el abuso y la desesperación. Lee, como siempre, utiliza la narrativa para plantear preguntas incómodas sobre la justicia, la moralidad y la naturaleza del mal.

La dirección de Lee es magistral. La película se construye a partir de la tensión atmosférica, utilizando la belleza sombría de la arquitectura sureña americana para intensificar la sensación de opresión y aislamiento. Hay una meticulosa atención al detalle en la composición de cada escena, donde la luz, la sombra y el espacio se utilizan para comunicar el estado emocional de los personajes y predecir los acontecimientos. Lo más destacable es el uso del silencio y la espera, creando un ritmo contemplativo que a menudo contrasta con la intensidad de los eventos que se avecinan. Lee no rehúsa mostrar la crudeza de las acciones de los personajes, pero siempre lo hace con una mirada crítica que nos invita a reflexionar sobre las razones que los llevan a actuar de la forma en que lo hacen.

Las actuaciones son excepcionales. Samuel L. Jackson, en el papel de Patty, ofrece una interpretación sutil pero poderosa de un hombre consumido por la frustración y la ira. Su personaje evoluciona de un individuo relativamente normal a un hombre radicalizado, y Jackson consigue transmitir esa transformación con una autenticidad conmovedora. John David Washington, por su parte, interpreta a Drake con una mezcla de nerviosismo, incomprensión y, finalmente, aceptación de la lógica retorcida que domina la situación. La química entre ambos actores es fundamental para el éxito de la película, y su interacción, a menudo tensa y llena de miradas significativas, es el corazón palpitante de la narrativa. La película también cuenta con un elenco secundario impecable, que aporta matices y profundidad a los personajes secundarios.

El guion, escrito por Lee y Charles Stone, es la joya de la corona de la película. La premisa, aparentemente sencilla, se convierte en un complejo entramado de dilemas morales y legales. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas sobre la responsabilidad individual, el poder de la ley y la necesidad de mantener la empatía incluso ante la violencia. La justificación de las acciones de los personajes, aunque perturbadora, está profundamente arraigada en una sensación de injusticia social y la desesperación de una comunidad marginada. Lee no juzga a sus personajes, sino que los muestra como víctimas de un sistema que les niega oportunidades y los empuja a la desesperación. La película culmina con una escena final impactante que obliga al espectador a cuestionar su propia percepción de la justicia y la moralidad. La ambigüedad del final es deliberada y, en mi opinión, refuerza el mensaje central de la película.

Nota: 8.5/10