De tal astilla... tal palo (1987)

“De tal astilla... tal palo” es una comedia familiar que, a pesar de sus premises sorprendentes y potencialmente cómicos, se deja notar una cierta falta de pulido y un desarrollo argumental que, en última instancia, no alcanza la calidad que promete. La premisa –la accidental intercambio de cuerpos entre un padre y su hijo– es, en sí misma, un detonante para situaciones hilarantes y, potencialmente, profundas. Sin embargo, la película se centra demasiado en las situaciones absurdas y el gag de la situación, relegando a un segundo plano el desarrollo de los personajes y las emociones que podrían haberla enriquecido.

La dirección de Mark Robson es competente pero carece de una personalidad distintiva. Los planos suelen ser funcionales y la puesta en escena, aunque cuidada, no ofrece un estilo visual propio. Se observa una dependencia excesiva en el humor físico, a veces en detrimento de la construcción de la historia. Robson se enfoca en mostrar el choque de estilos y personalidades de los personajes, pero no profundiza lo suficiente en las implicaciones emocionales del intercambio, la frustración del hijo, la crisis existencial del padre, o la dificultad de adaptarse a la vida en el cuerpo del otro. Esto se traduce en una comedia que resulta más ruido que sustancia.

Las actuaciones son, en general, sólidas. William Hurt, como Jack Hammond, ofrece una interpretación convincente como un hombre sofisticado, ligeramente desfasado por la vida, que lucha por mantener la compostura ante un mundo que se le antojaba más simple. Michael Keaton, por su parte, logra transmitir la incomodidad y la confusión de un adolescente en pleno torbellino hormonal y social. Aunque la química entre los dos no es explosiva, sí se percibe una dinámica creíble, producto de la interacción forzada por el peculiar giro argumental. La presencia de Patricia Clarkson como la esposa de Jack añade un toque de elegancia y melancolía al drama familiar, aunque su papel se ve ligeramente desaprovechado.

El guion, escrito por Ken Lauber y Peter Morgan, es el punto más débil de la película. Las situaciones son a menudo forzadas y carentes de un desarrollo lógico. El ritmo es errático, alternando momentos de comedia ligera con intentos de profundizar en la relación padre-hijo, pero sin lograr un equilibrio satisfactorio. La exploración de temas como la identidad, el egoísmo y la importancia de la empatía se siente superficial y no se integra de forma orgánica en la trama. Además, el final, aunque con un toque de ironía, resulta algo abrupto y carente de resolución. Se intuye la intención de subvertir las expectativas, pero el resultado final no es tan impactante como podría haber sido.

En definitiva, “De tal astilla... tal palo” es una comedia con potencial desaprovechado. Una premisa interesante, actores capaces y un ritmo ágil, pero un guion que no logra consolidar las ideas y un desarrollo narrativo que no alcanza el nivel esperado. Una película entretenida pero no memorable.

Nota: 6/10