“De tripas corazón” es, en esencia, una pequeña disección de la desesperación y la superficialidad que a veces nublan nuestras vidas. La película de David Trueba nos sitúa en el Madrid asolado por el calor de agosto, un escenario que funciona a la perfección como metáfora de la caldeada emocional que experimentan sus personajes. La dirección de Trueba es precisa y elegante, observando con una mirada casi clínica las interacciones entre Jaime, Rocío y "El Chirlo". No se adentra en dramas grandilocuentes, sino que se concentra en la sutileza de los gestos, de las miradas, en la palpable sensación de incomodidad que impregna cada escena.
La película no busca ser un melodrama convencional. El guion, escrito por Trueba y su esposa, Isabel Abreu, es notablemente pausado, permitiendo que las tensiones se acumulen gradualmente. La historia no se construye a partir de un conflicto central explosivo, sino que emerge de la frustración silenciosa y la ambigüedad moral que definen a los protagonistas. "El Chirlo," interpretado con una sorprendente mezcla de vulnerabilidad y egoísmo por parte de Miguel Ángel Silvestre, no es un villano caricaturesco, sino un personaje complejo, que representa la búsqueda de consuelo en lugares equivocados. Silvestre, en particular, ofrece una actuación que va más allá de la simple interpretación; transmite la fragilidad de un hombre que se ha perdido y que, a pesar de su aparente falta de escrúpulos, anhela una conexión real. A diferencia de lo que podríamos esperar de su trayectoria, Silvestre demuestra una notable capacidad para el matiz.
Sin embargo, la película no está exenta de algunas fallas. Si bien el ritmo pausado es efectivo para generar atmósfera, a veces se siente un poco denso, y algunas escenas podrían haberse beneficiado de un desarrollo más profundo. Rocío, interpretada por una impecable Cecilia Suárez, se presenta como un personaje relativamente plano, cuyo interés por “El Chirlo” se mantiene en un nivel de ambigüedad que, en ocasiones, no llega a ser completamente convincente. La relación entre ella y Jaime, aunque llena de tensión y resentimiento, podría haberse explorado con mayor riqueza. Su arco de personaje, si bien presente, no alcanza la profundidad que el resto de la película exige.
A pesar de estas pequeñas irregularidades, “De tripas corazón” es, en definitiva, una película inquietante y reflexiva. Es una obra que invita a la contemplación, que nos obliga a confrontar nuestras propias vulnerabilidades y la facilidad con la que nos dejamos arrastrar por la tentación del escape. La fotografía, con su paleta de colores cálidos y opresivos, contribuye significativamente a esta sensación de incomodidad. La película no ofrece respuestas fáciles, ni conclusiones definitivas. Más bien, se deja en manos del espectador la tarea de interpretar los entresijos de esta pequeña, pero poderosa, tragedia.
Nota: 7.5/10