Dead Zone (2022)

“Dead Zone: Operación Rescate” no es, quizás, una obra maestra de la ciencia ficción, pero sí un ejercicio de tono y atmósfera que logra, a pesar de sus evidentes limitaciones, generar una experiencia visualmente impactante y con una cierta resonancia inquietante. La película, cuyo título sugiere un desastre inminente, no se adentra en la complejidad temática que podría haber tenido, optando por un relato más directo y centrado en la acción bélica, aunque con un hilo conductor que sugiere un mundo al borde de la extinción. Y es en esa atmósfera de desesperación lo que la convierte en una película que, contra todo pronóstico, resulta interesante.

La dirección de James Nunn se distingue por un uso magistral del color. La paleta predominante, un ocre desolador y un naranja enfermizo que impregna cada toma, visualmente establece la inminente catástrofe. La composición de los planos, a menudo dominados por la inmensidad de la ciudad abandonada y la destrucción omnipresente, sirve para amplificar la sensación de aislamiento y vulnerabilidad de los protagonistas. No obstante, a veces, este recurso se vuelve un tanto repetitivo y, en ciertos momentos, la fotografía podría haber buscado una mayor variedad de perspectivas. La banda sonora, igualmente, acompaña el relato con una intensidad adecuada, contribuyendo a crear una sensación de tensión constante, aunque con la peculiaridad de utilizar loops musicales que, en ocasiones, pueden resultar forzados.

El reparto ofrece actuaciones sólidas, especialmente la de Martin Alvarez como el comandante Rex, un veterano endurecido por las batallas y la pérdida. Su personaje, atormentado por su pasado y la responsabilidad de liderar la misión, transmite una honestidad emocional que le permite conectar con el espectador. Las otras figuras militares, aunque menos desarrolladas en términos de profundidad, cumplen su papel con naturalidad y convicción. Sin embargo, la película podría haber beneficiado de un mayor desarrollo de sus motivaciones individuales, evitando que se reduzcan a meras piezas de un engranaje militar.

El guion, con base en la novela de Stephen King, se aferra a un relato de "hombre-héroe" convencional, donde un grupo de soldados debe infiltrarse en una ciudad devastada para obtener una muestra que permita al mundo sobrevivir. Si bien la idea central es intrigante, la ejecución carece de la sutileza y el simbolismo que caracterizan la obra original. Los diálogos, en general, son directos y funcionales, pero escapan del lirismo y la ambigüedad que la novela buscaba. La película no se permite detenerse a cuestionar las implicaciones morales de su misión, concentrándose en el cumplimiento del objetivo. Esta decisión, sin embargo, no perjudica en exceso la trama, pero sí limita su potencial para generar un debate más profundo sobre la naturaleza de la humanidad y la supervivencia.

A pesar de sus defectos, "Dead Zone: Operación Rescate" es una película que merece la pena ver por su atmósfera visualmente impactante y sus actuaciones convincentes. No es una obra maestra, pero sí un espectáculo visualmente interesante y un ejercicio de tono que logra transmitir la desesperación de un mundo al borde de la extinción. Una película sobre la supervivencia que, de alguna manera, nos recuerda nuestra propia vulnerabilidad frente al futuro.

Nota: 6/10