Death House (2018)

“Death House” no es una película que te deje mirando la pantalla en silencio, contemplando la tensión. Es una experiencia visceral, una inmersión total en un ambiente de horror psicológico y claustrofóbico que, si bien no llega a la altura de los clásicos del género, ofrece una propuesta original y, en ocasiones, sorprendentemente efectiva. La película se centra en la trama de dos agentes, interpretados con solidez por Adrienne Barbeau y Cody Longo, que se encuentran atrapados en el “Death House”, una prisión secreta cuyo funcionamiento se ha visto interrumpido por una avería energética, desencadenando un caos infernal. Lo que inicialmente parece una simple lucha por la supervivencia se complica rápidamente al descubrir que los reclusos no son los únicos peligros que acechan en la instalación.

La dirección de Mark Golding es lo que realmente distingue a “Death House”. Logra crear una atmósfera opresiva desde los primeros minutos, utilizando la iluminación y la fotografía para acentuar la sensación de encierro y amenaza inminente. Los espacios, tanto los exteriores como los interiores de la prisión, están diseñados con un detalle que contribuye a la sensación de desesperación y decadencia. No rehúye las sombras ni los ángulos incómodos, elementos esenciales para construir una narrativa de terror donde la sugestión es tan poderosa como la sangre. La película se centra en generar miedo por medio del ambiente, con escenas que se prolongan y se acumulan lentamente, creando una tensión sostenida que se va intensificando a medida que avanza la trama. El ritmo, a pesar de ser deliberadamente pausado, se siente natural y justificado.

Adrienne Barbeau, con su presencia imponente y una mirada que transmite tanto vulnerabilidad como determinación, lidera un elenco capaz de transmitir la angustia y el terror de sus personajes. Su interpretación, junto con la de Cortney Palm, ofrece un núcleo sólido alrededor del cual se desarrolla la trama. Si bien el resto del elenco no alcanza el mismo nivel de actuación, sí cumple su función, contribuyendo a la atmósfera general de peligro y desesperación. Sin embargo, el guion, escrito por Golding y Craig Julius, presenta algunas inconsistencias y momentos de exceso de exposición que diluyen la tensión. Algunos diálogos son poco convincentes y la explicación de los seres sobrenaturales que habitan la prisión se siente apresurada y poco desarrollada. No obstante, la película sí consigue mantener un nivel de interés, gracias en gran parte a su propuesta de terror psicológico y su evidente inspiración en las películas de Wes Craven y John Carpenter.

En resumen, “Death House” es una película de terror con una atmósfera sólida y actuaciones decentes, aunque con algunos fallos en el guion. No es un hito del género, pero ofrece una experiencia perturbadora y original que, para los amantes del terror clásico y los ambientes claustrofóbicos, merece la pena descubrirla. Es un ejercicio de suspense bien logrado y con un punto distintivo: la amenaza no proviene solo de los reclusos, sino también de algo mucho más siniestro que se esconde en las entrañas de la prisión. Una película que, más allá del gore, te dejará pensando en la oscuridad que se esconde en los rincones más oscuros de la mente humana.

Nota: 6/10