Déjate querer (2014)

“Déjate querer” es una película que, a primera vista, parece ofrecer una fórmula romántica bastante predecible: un escritor bloqueado, una mujer comprometida, el tira y afloja clásico del amor imposible. Sin embargo, y afortunadamente, la cinta se resiste a caer en clichés y, gracias a una dirección sutil y actuaciones convincentes, logra construir una historia de amor agridulce que permanece en la mente mucho después de que terminan los créditos. La película, dirigida con maestría por Diego Abrahamo, evita la grandilocuencia y se centra en la observación de la realidad, en el pequeño teatro de las vidas de sus personajes, en las pequeñas grietas que revelan la complejidad de las relaciones humanas.

El guion, adaptado de la novela homónima de Mariana Enríquez, es el punto fuerte indiscutible de la película. No se trata de una narración lineal y convencional. La historia se desarrolla a través de conversaciones, silencios, miradas y la observación minuciosa de las interacciones entre los personajes. La trama se va construyendo gradualmente, revelando la personalidad de cada uno y, sobre todo, las razones detrás de sus decisiones. La historia de Juan (Martín Meeza), el protagonista, no es solo la de un escritor incapaz de escribir amor, sino la de un hombre que ha construido un muro alrededor de su corazón, un muro que, al ser invadido por la presencia de la inconfundible Laura (Luz Valdes), comienza a derrumbarse. La película, en su esencia, explora la dificultad de abrirse a las relaciones sentimentales y las consecuencias que puede tener la incapacidad de "dejarte querer".

Las actuaciones son excepcionales. Martín Meeza ofrece una interpretación muy natural y sutil de Juan, transmitiendo la frustración, la vulnerabilidad y la búsqueda de sentido del personaje. Su mirada, a menudo vacilante y llena de anhelo, comunica más que muchas palabras. Luz Valdes, por su parte, logra materializar la elegancia y el misterio de Laura, mostrando una profunda introspección en sus ojos. La química entre ambos actores es palpable, no en el sentido de un romance apasionado, sino en una conexión inteléctua y emocional que genera tensión y deseo. El resto del elenco complementa la historia, ofreciendo personajes secundarios muy bien definidos y que aportan matices a la trama.

Aunque la película podría beneficiarse de una mayor exploración del mundo exterior de Juan, relegando la mayor parte de la acción a su interior, su fuerza reside precisamente en esta introspección. “Déjate querer” no ofrece respuestas fáciles ni finales felices. En lugar de eso, presenta un retrato honesto y conmovedor de las dificultades del amor, de la necesidad de perdonarse a uno mismo y de aceptar la incertidumbre que a menudo acompaña a las relaciones humanas. Es una película que te hace pensar y, sobre todo, que te hace sentir.

Nota: 8/10