Del amor y del deseo (1987)

“Del amor y del deseo” (1939) es una película sorprendentemente sutil y perturbadora para su época, una joya del cine mudo que sigue resonando con fuerza décadas después. Dirigida por Dorothy Arzner, una de las pocas mujeres directoras de Hollywood de la época, la película ofrece una mirada íntima y, a veces incómoda, a las complejidades de la sexualidad femenina en la sociedad conservadora de los años treinta.

La película se centra en Marge (Helen Mack), una mujer que anhela una vida respetable y despreocupada, pero que se ve constantemente atrapada entre su deseo de conformidad y su atracción por la independencia y el deseo, simbolizados por el recién llegado Sonny (George Walsh). La tensión sexual que surge con la llegada del hermano de Sonny, un personaje enigmático interpretado con una gran ambigüedad por Stuart Merrick, no es un elemento de melodrama gratuito, sino que se explora con una naturalidad y una delicadeza que pocos filmes de la época atinieron a lograr. Arzner se aleja deliberadamente de las convenciones del género romántico, mostrando una relación que no se basa en la pasión explosiva, sino en una atracción silenciosa, casi claustrofóbica, que se transmite a través de miradas, gestos y silencios significativos. La directora demuestra un control impecable de la composición y la cámara, utilizando el espacio reducido de la casa de la madera para intensificar la sensación de encierro y de deseo reprimido.

Las actuaciones son especialmente destacables. Helen Mack ofrece una interpretación magistral de Marge, transmitiendo con sutileza la lucha interna de la mujer entre su deseo de placer y las expectativas sociales. George Walsh, como Sonny, aporta una calma y una seguridad que contrasta con la tormenta interna de su esposa. Pero es Stuart Merrick quien realmente roba el protagonismo, representando a un personaje que desafía las normas y que, sin embargo, se mantiene en una constante amenaza, tanto para Marge como para el orden social establecido. Su mirada, a menudo llena de un deseo reprimido, es el motor principal de la tensión narrativa.

La película no ofrece soluciones fáciles ni finales felices. Al contrario, se queda en la incertidumbre, dejando al espectador con la sensación de que el deseo siempre encontrará una forma de manifestarse, incluso en los lugares más inesperados. La fotografía, en blanco y negro, es hermosa y evoca la atmósfera austera de las aldeas madereras australianas. La dirección artística, con su atención al detalle en la representación de la vida rural, suma profundidad a la historia. "Del amor y del deseo" no es un espectáculo para el entretenimiento superficial; es una obra de arte cinematográfica que invita a la reflexión y al análisis. Es una película que merece ser vista y redescubierta, un testimonio del ingenio y la sensibilidad de Dorothy Arzner y un ejemplo sorprendente de una exploración honesta y audaz de la sexualidad femenina en un contexto social restrictivo.

Nota: 8.5/10