“Delirios” es una película que se presenta como una peculiar comedia de ciencia ficción, pero en realidad, es un ejercicio de estilo más que una propuesta narrativa sólida. La premisa, la de un escritor de culebrones que, tras un golpe, descubre su habilidad para alterar la realidad escribiendo, es inherentemente intrigante y ofrece un terreno fértil para la exploración de temas como la creación, el poder de la palabra y la fragilidad de la percepción. Sin embargo, la película se diluye en un exceso de estilo que, a pesar de su elegancia visual, termina siendo más pretencioso que satisfactorio.
La dirección de David Sanchís es, sin duda, el punto más destacado de la película. Sanchís construye un ambiente onírico y surrealista que se adhiere perfectamente a la experiencia mental del protagonista, Jack Gable (interpretado con una sutil pero efectiva vehemencia por Peter Cosgrove). Cada escena está cuidadosamente elaborada, con una paleta de colores vibrante y un uso magistral de la luz y la sombra que refuerzan la atmósfera de ensueño. Los flashbacks y los cambios de escenario se logran con una fluidez impresionante, dando la sensación de que nos encontramos en el interior de la mente de un escritor en crisis creativa. Sin embargo, a veces esta búsqueda de la estética visual se convierte en un fin en sí mismo, sacrificando la coherencia narrativa y la profundidad emocional.
La actuación de Peter Cosgrove es notable. El actor transmite con maestría la angustia, la confusión y la desesperación de Jack, un hombre consumido por la culpa y atormentado por la pérdida de su esposa. Su interpretación es natural y convincente, logrando conectar al espectador con el personaje, incluso en sus momentos más delirantes. El resto del elenco secundario, que incluye a una Anya Taylor-Joy espléndida en un papel breve pero memorable, ofrece también buenas interpretaciones, aunque no logran destacar demasiado en el marco general de la película.
El guion, a pesar de su potencial, resulta ser el punto más débil de “Delirios”. La trama se desenvolve de manera lenta y fragmentada, sin ofrecer un ritmo claro ni una dirección narrativa definida. Las constantes alteraciones de la realidad, aunque visualmente atractivas, se vuelven repetitivas y confusas, perdiendo su impacto inicial. Además, la película aborda temas profundos como la memoria, el duelo y la identidad, pero sin profundizar en ellos, limitándose a tocar la superficie. El diálogo es a menudo artificioso y poco natural, lo que resta credibilidad a las situaciones y a los personajes.
En definitiva, “Delirios” es una película con un gran potencial que, sin embargo, no logra alcanzarlo. Es un experimento visualmente atractivo y con una interpretación destacable por parte de Peter Cosgrove, pero una historia poco desarrollada y un guion a veces pretencioso. Una película que, más que entretener, busca provocar una reflexión, pero que, en última instancia, resulta más interesante por su estilo que por su contenido.
Nota: 6/10