“Derecho de Familia”, dirigida por Ernesto Giménez, no es una comedia ligera, ni una sátira fácil. Es, en su lugar, una meditación pausada y a veces desconcertante sobre la obsesión con la identidad, las expectativas familiares y la eterna lucha por definir quién eres cuando sientes que tu propia existencia está definida por la sombra de alguien más. La película, con Daniel Hendler en el papel principal, nos presenta a Perelman, un abogado que, paradójicamente, se ve atrapado en un ciclo de intentar diferenciarse de su padre, un hombre exitoso y con una reputación impecable, lo que, por increíble que parezca, lo lleva a reflejar cada vez más la personalidad y las decisiones de este último.
Hendler ofrece una actuación magnífica, una de sus mejores hasta la fecha. Su Perelman es un hombre que lucha en silencio, que se consume en la auto-reflexión y que transmite una profunda sensación de incomodidad y frustración. No es un personaje fácil de amar, es un ser humano imperfecto y con un ego frágil, pero precisamente esa vulnerabilidad es lo que le otorga una inmediatez emocional que te atrapa desde el principio. El resto del reparto, encabezado por Arturo Goetz, también cumple con creces, aportando matices sutiles y un encanto inevitable a la interpretación. Goetz, en particular, domina a la perfección el papel del padre autoritario y orgulloso, pero sin caer en estereotipos ni en caricaturas.
La dirección de Giménez es precisa y elegante. No recurre a soluciones fáciles ni a momentos grandilocuentes. La película se construye con una lentitud que, si bien puede resultar pausada para algunos espectadores, permite un desarrollo gradual de los personajes y una profunda exploración de sus conflictos internos. La cinematografía, con una paleta de colores sobria y apagada, contribuye a crear una atmósfera de melancolía y desasosiego. La banda sonora, minimalista y evocadora, refuerza la sensación de introspección y de anhelo. El guion, escrito por el propio Giménez y David Martín Benito, es inteligente y reflexivo. Explora temas complejos como la paternidad, la ambición y la búsqueda de la identidad, pero lo hace con un estilo directo y sin pretensiones. La trama se desarrolla de manera orgánica, dejando que las relaciones y los conflictos surjan de manera natural, sin forzarlos ni simplificarlos.
A pesar de su lentitud, "Derecho de Familia" es una película que permanece en la mente. No ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas incómodas sobre nuestra relación con la familia, con la tradición y con nuestro propio yo. Es una película que te invita a la reflexión, a la empatía y a la aceptación de las complejidades de la vida. Aunque no sea una obra para todos los gustos, es una película que vale la pena ver por su honestidad, su inteligencia y la brillantez de sus protagonistas.
Nota: 8/10