Descalzos por el parque (1967)

“Descalzos por el parque” (Barefoot in the Park, 1970) no es un drama monumental, ni una película que dejará una huella indeleble en la historia del cine. Sin embargo, es un relato con un aire de nostalgia e inteligencia que, después de años, resuena con una sorprendente fuerza. La película, con Robert Redford y Jane Fonda, se erige como un estudio preciso y amable de la incompatibilidad, no como una confrontación explosiva, sino como una desconexión gradual y, en última instancia, inevitable.

Redford interpreta a Herbert Monarch, un abogado meticuloso, obsesionado con el orden y la planificación. Su vida está regida por horarios, rutinas y la absoluta certeza de que todo debe tener su lugar. Fonda, como Katie Wolverton, es la antítesis de Herbert: una mujer despreocupada, impulsiva, que solo se preocupa por vivir el momento y disfrutar de lo simple. La química entre ambos actores es palpable, no en un sentido romántico convencional, sino en una profunda atracción intelectual y una admiración mutua por la vitalidad del otro, a pesar de sus diferencias. Redford captura la frustración y la incomodidad de un hombre atrapado en su propia rigidez, mientras que Fonda irradia una autenticidad que es, en definitiva, contagiosa.

La dirección de Robert Redford, en su debut como director, es notablemente sensata y elegante. Redford no se expone a riesgos innecesarios; opta por un estilo realista, con planos equilibrados y una atención minuciosa a los detalles del entorno. La película se ambienta en Nueva York, y la fotografía de Sven Nykvist, con sus tonos suaves y atenuados, contribuye a crear una atmósfera de calma y melancolía, que refleja el estado emocional de los personajes. La película, en su esencia, es un retrato de una generación en transición, luchando por encontrar su lugar en un mundo que cambia rápidamente. El apartamento, descrito como una "caja de cerillas", se convierte en el símbolo de esa insatisfacción, un microcosmos de las vidas de los personajes.

El guion, adaptado de la obra de teatro de Neil Simon, es brillante en su sencillez. Simon explora las complejidades de las relaciones humanas con una sensibilidad agridulce, evitando los clichés y centrándose en las emociones sutiles. La película no ofrece soluciones fáciles ni finales felices, sino que presenta una visión honesta de la vida, donde los sueños a menudo chocan con la realidad y la felicidad puede encontrarse en los lugares más inesperados. El ritmo de la película es pausado, permitiendo que los personajes evolucionen de forma orgánica y que el espectador se sumerja en sus conflictos.

En definitiva, “Descalzos por el parque” es una película que te deja con una sensación de quietud y reflexión. No es un melodrama grandilocuente, sino un retrato realista y conmovedor de la búsqueda del amor y la felicidad, y una prueba de que a veces, lo mejor que puedes hacer es simplemente estar a los pies de alguien que te completa, incluso si esa persona es un completo desastre.

Nota: 7.5/10