Desconfianza (1946)

“Desconfianza” no es una película que te dejará un impacto emocional inmediato, sino que se instala en tu memoria como una melodía melancólica, persistente y con notas de sutileza que se revelan gradualmente. La película de la directora Eva Bartolini nos presenta una historia familiar rota, no con un estridente drama, sino con la delicadeza de un piano desentonado que intenta volver a encontrar su armonía. La trama se centra en Lee, interpretada con una dignidad silenciosa y una vulnerabilidad palpable por parte de Lucía Prieto. Prieto ofrece una actuación magistral, logrando transmitir años de dolor contenido, de una tristeza que se revela en pequeños gestos, en la forma en que observa el mundo, en la manera en que interactúa con sus hijos. No es una mujer que llora a mares, sino una mujer que lucha por mantener la frente en alto, una tarea que la película retrata con gran autenticidad.

La película se construye lentamente, como una fotografía que se desarrolla en el cuarto oscuro. La dirección de arte es impecable, utilizando colores apagados y una paleta de tonos grises que refuerzan la atmósfera de melancolía. La casa donde viven Lee y sus hijos, un espacio confortable pero también cargado de recuerdos, se convierte en un personaje más de la historia, un testigo mudo de los traumas y las esperanzas que se han gestado en sus paredes. Bartolini no se limita a la descripción visual; utiliza la cámara con un control preciso, alternando planos amplios que muestran el paisaje rural y plano medios que se centran en las expresiones de los personajes, subrayando así la complejidad de sus emociones.

El guion, escrito por Bartolini y Elena López, es probablemente su punto más fuerte. Se centra en los matices de las relaciones humanas, evitando los clichés del melodrama y explorando la grieta que surge cuando el amor, la pérdida y las nuevas conexiones chocan entre sí. La historia de amor entre Lee y Chris (interpretado con una sencillez conmovedora por Martín Merino) no es un romance apasionado, sino un deseo profundo de reconectar, de volver a encontrar un sentido después del vacío. La relación entre la hija, Sofía (interpretada por Daniela Herrera), y Chris añade una capa de tensión dramática que se desarrolla con naturalidad, sin caer en soluciones fáciles ni en moralizaciones. Herrera ofrece una actuación honesta y convincente, capturando la rebeldía y la confusión de una adolescente que lucha por comprender los sentimientos de su madre.

La película, aunque a veces se siente un poco pausada, logra mantener la atención del espectador gracias a su dirección impecable, sus actuaciones sólidas y su guion sensible. No busca ser una película de acción o de grandes espectáculos; su valor reside en su capacidad para mostrar la complejidad de las relaciones familiares, la dificultad de superar el dolor y la esperanza que a veces se esconde en los lugares más inesperados. “Desconfianza” es una película que te invita a reflexionar sobre el amor, la pérdida y la capacidad de seguir adelante, un pequeño triunfo del cine independiente.

Nota: 7.5/10