“Desde París con amor” es una película que, lejos de la grandilocuencia que a veces se espera de las comedia de espías, se presenta como un ejercicio deliberadamente incómodo y, en cierto modo, refrescante. La dirección de Walter Salles, conocido por su trabajo en “Diarios de motocicleta”, aporta un estilo visual particular, un equilibrio entre la elegancia parísina y la crudeza del mundo del espionaje, lo que le da a la película una identidad distinta y memorable. Salles no teme explorar las grietas en el carácter de Charlie Wax, interpretado con una intensidad magnética por John Travolta. Travolta, en un papel que le permite abandonar la galaxia de Hollywood, ofrece una actuación que va más allá del habitual carisma y la sonrisa, revelando una fragilidad y una amargura subyacentes que le otorgan profundidad al personaje.
La dinámica entre Charlie Wax y James Reece, interpretado por Rhys Meyers, es el corazón palpitante de la película. La película explora la incompatibilidad de dos visiones del mundo: la brutal eficiencia y la desconfianza de Wax, en contraposición a la inocencia y el idealismo de Reece. Esta tensión no es solo un vehículo para el humor, sino una forma de cuestionar la moralidad en tiempos de guerra y la efectividad de los métodos utilizados para combatir el terrorismo. El guion, escrito por Joel Schumacher, se beneficia de esta confrontación, generando momentos de humor negro, diálogos mordaces y situaciones absurdas que se sostienen en la honestidad de sus personajes. La película no se regodea en clichés de género, evitando los efectos especiales innecesarios y centrándose en la química entre los protagonistas, lo que resulta fundamental para el éxito de la trama.
Sin embargo, “Desde París con amor” no está exenta de defectos. El ritmo, a veces, es irregular, con pasajes que se sienten un poco lentos. Algunos diálogos, aunque ingeniosos, podrían haber sido más sutiles. No obstante, estos pequeños detalles no empañan la experiencia global, que se beneficia de una fotografía exquisita, un diseño de producción impecable y una banda sonora evocadora que complementa la atmósfera sombría y a la vez cómica de la película. La película logra, paradójicamente, transmitir un sentimiento de desesperanza existencial mientras te hace reír a carcajadas. Es una comedia negra que, al igual que muchas de las mejores películas del género, no se toma en serio a sí misma, abrazando la ironía y el absurdo como formas de entender el mundo. Se trata de una película que te hace reflexionar sobre las decisiones que tomamos, los sacrificios que hacemos y la naturaleza humana en su más cruda y vulnerable expresión.
Nota: 7/10