Desenterrando Sad Hill (2018)

“Desenterrando Sad Hill” no es una película para todo el mundo. Es, en esencia, una experiencia cinematográfica visceral, perturbadora y profundamente inquietante que se aferra a la memoria y la obsesión. Dirigida por Robb Johnson, esta película no pretende entretener, sino provocar, cuestionar la naturaleza del cine, la memoria y las obsesiones colectivas. El hecho de que se rodara en la provincia de Burgos, en medio de la naturaleza agreste y un paisaje que evoca una melancolía palpable, es fundamental para el tono general y la atmósfera que permea cada fotograma.

La película se centra en un grupo de fans empedernidos, unidos por la extraña y, para muchos, incomprensible escena final de “El bueno, el feo y el malo”. Su objetivo: recuperar el terreno donde se grabó esa secuencia icónica y, en el proceso, desentrañar los secretos que acechan tras la leyenda. Johnson construye magistralmente una sensación de creciente paranoia y desorientación. El film juega con la idea del recuerdo, la replicación y la autenticidad. La narrativa no es lineal; se desparrama en diferentes líneas temporales, saltando entre el presente, el pasado y lo que podría ser el futuro, creando una estructura que recuerda a la de una película de Lynch, pero con un toque más personal y amenazante.

Las actuaciones son particularmente sólidas, con un elenco que, en su mayoría, desconocido, entrega interpretaciones contenidas, pero profundamente expresivas. No se trata de rostros llamativos, sino de la transmisión sutil de la angustia, la confusión y el miedo. Particularmente destacable es el trabajo de los actores que interpretan a los personajes que intentan recrear la escena original, cuyo esfuerzo por emular el pasado se convierte en una búsqueda desesperada de algo que, quizás, ya no existe. Es evidente la dedicación y el esfuerzo del reparto para sumergirse en el papel y comunicar la fragilidad de la memoria.

El guion, escrito por Johnson y su hermano, es el corazón palpitante de la película. Evita las explicaciones fáciles y se centra en la ambigüedad. La película deja mucho a la interpretación del espectador, plantando preguntas sobre el valor de la autenticidad, la influencia del pasado y la naturaleza de la realidad. La película se alimenta del simbolismo, con la tierra y el agua jugando un papel recurrente, representando la memoria y el olvido. El uso de la cámara, lento y contemplativo, es otro punto fuerte, permitiendo que los espacios y los personajes habiten en el espectador durante mucho tiempo después de que la película haya terminado. No es una película fácil de ver, pero, si se permite que te absorba, puede ser una experiencia profundamente reveladora.

Johnson no busca la espectacularidad, sino la resonancia. "Desenterrando Sad Hill" es una obra de arte inquietante, que exige paciencia y una mente abierta. Es un tributo a las obsesiones y un estudio de la memoria que dejará una marca duradera en el espectador. Es, sin duda, una película que merece ser vista, aunque quizás no sea para todos los públicos.

Nota: 7/10