Despidiendo a Yang (2022)

“Despidiendo a Yang” (Split En Vivo) no es la distopía de ciencia ficción que quizás se esperara a primera vista, y eso, paradójicamente, es una de sus mayores fortalezas. Esta película, dirigida por Gareth Edwards, se presenta como un drama familiar cuidadosamente calibrado, donde el avance tecnológico se convierte en un catalizador para explorar temas profundamente humanos: el duelo, la pérdida, la identidad y el valor del legado. No es una película de acción bombástica ni un espectáculo visual deslumbrante, sino una reflexión pausada y, a veces, desconcertante sobre lo que realmente significa estar vivo, incluso cuando el cuerpo físico ya no lo está.

La dirección de Edwards es magistral en su sutileza. Evita los clichés de la ciencia ficción, optando por una estética minimalista y un ritmo deliberadamente lento que permite al espectador sumergirse en la atmósfera melancólica del film. La fotografía, de nuevo, es exquisita, utilizando colores desaturados y una iluminación natural que acentúa la sensación de aislamiento y fragilidad. No se trata de mostrar robots ultra-realistas; más bien, el diseño de Yang, interpretado con una sorprendente naturalidad por Benedict Wong, es lo suficientemente ambiguo como para que el espectador, y la familia, cuestionen constantemente su verdadera naturaleza. Wong, en particular, ofrece una actuación sutil pero intensa, transmitiendo con maestría la conexión emocional que se desarrolla entre él y la familia.

El guion, coescrito por Edwards y Andrew Scott, se basa en un diálogo honesto y, a veces, incómodo. La relación entre el padre, James, interpretado por Jamie Dornan, y su hija, Ava (Luna BlaVo), es el núcleo de la película. Dornan entrega una actuación particularmente conmovedora, transmitiendo la desesperación de un hombre que lucha por aferrarse a lo que le queda. La película no se ofrece a resolver la pregunta de si Yang es un robot o un ser sintiente, sino que permite que el espectador decida por sí mismo, mientras explora las consecuencias emocionales de ambas posibilidades. La voz en off de James, narrando sus pensamientos y recuerdos, añade una capa de complejidad al relato, sugiriendo que la propia memoria podría ser una forma de preservar la existencia.

Sin embargo, la película no está exenta de algunas debilidades. El ritmo pausado, aunque efectivo en gran medida, podría resultar tedioso para algunos espectadores. Además, el final, aunque contemplativo y abierto a la interpretación, podría resultar decepcionante para aquellos que esperaban una resolución más concreta. No obstante, la película logra crear una atmósfera inolvidable y plantear preguntas esenciales sobre la condición humana, utilizando la ciencia ficción como vehículo para la reflexión.

Nota: 7/10