El retorno de Diabolik, con Alessandro Nesta en el papel del ladrón más elegante y peligroso de la cultura pop italiana, ha provocado un revuelo en el cine, y con razón. La película, dirigida por Marcos Martín, no es solo una adaptación de las historias originales de Angela y Luciana Giussani, sino un ejercicio visualmente deslumbrante y, paradójicamente, algo decepcionante en cuanto a su profundidad narrativa. Martín se permite experimentar con una estética que recuerda a los thrillers de los años 60, combinando elementos de moda, glamour y acción, creando una atmósfera que, a primera vista, es inmediatamente atractiva. La paleta de colores vibrantes, la música disco y el diseño de producción son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película, transportando al espectador a una Roma de los años 70 que, aunque idealizada, se siente tangible.
Nesta, interpretando a Diabolik, aporta una presencia magnética al personaje. Su carisma y su meticulosidad, elementos esenciales del Diabolik original, se traducen en una interpretación convincente que no recurre a la parodia. Sin embargo, la película se centra excesivamente en la puesta en escena y en las elaboradas secuencias de acción, dejando que el desarrollo del personaje y de la trama de lado. La relación entre Diabolik y su asistente, la enigmática Anna (Eleonora Rousseau), se siente superficial, carente de la tensión y el misterio que caracterizaban las historias de los Giussani. El romance, si es que se puede llamar así, es presentado de manera apresurada y con poca sustancia.
El guion, adaptado de varias novelas, se siente torpe y repetitivo. La historia, que implica una trama de chantaje, drogas y corrupción, resulta predecible y carente de innovación. Si bien se intenta emular el estilo de las novelas, con Diabolik resolviendo los problemas con su ingenio y sus múltiples disfraces, la película carece del suspense y la intriga que hicieron que las historias originales fueran tan cautivadoras. La acción, aunque espectacular y coreografiada con soltura, se basa en trampas visuales y trucos de cámara, más que en un desarrollo narrativo sólido. La constante sucesión de identidades y disfraces, que son una marca distintiva del personaje, se convierte en un recurso visual que termina perdiendo su impacto.
A pesar de sus fallos, ‘Diabolik’ ofrece momentos de genuino entretenimiento. Las secuencias de acción son impresionantes, las persecuciones en las calles de Roma son visualmente estimulantes, y la banda sonora, combinando ritmos disco y electrónica, es efectiva. Pero, en última instancia, la película se queda en la superficie, ofreciendo una versión estilizada y glamorizada de un personaje legendario, sin profundizar en su esencia ni en las complejidades de su mundo. Es un espectáculo visualmente atractivo, pero emocional y narrativamente frágil. La película podría haber sido mucho más de lo que es.
Nota: 6/10