Diana (2013)

“Diana” es un melodrama con un corazón de ámbar, un intento ambicioso de explorar un periodo especialmente íntimo y, a menudo, doloroso de la vida de la princesa de Gales. La película, dirigida por Peter Morgan, se centra en el cautivador, aunque controvertido, romance que Diana Spencer mantuvo con el doctor Hasnat Khan, un brillante cirujano pakistaní, y la breve pero profunda transformación personal que esta relación le provocó. Morgan, que ya ha demostrado su habilidad para desentrañar las complejidades de la realeza británica, se atreve a adentrarse en lo desconocido: las emociones crudas y las dudas que pudieron haber atormentado a una mujer acostumbrada a la escrutinio constante.

La película, a pesar de sus limitaciones, logra transmitir la fascinación que Diana sintió por Khan. Naomie Harris, en un papel que le sienta como la guinda del rosco, ofrece una interpretación magistral. Su Diana es vulnerable, inteligente y profundamente real. No es la icónica princesa que conocemos de las fotografías oficiales; es una mujer anhelando autenticidad y conexión genuina. Harris logra capturar la complejidad de sus emociones: la alegría y el entusiasmo iniciales, las dudas y el temor a la reacción de la familia real, y, finalmente, el dolor y la angustia de la separación. El contraste con el doctor Khan, interpretado por Naveen Andrews, también es muy efectivo. Andrews se mantiene en un tono de quietud y serenidad, presentando a un hombre que ve en Diana algo especial, alguien que lo desafía y lo inspira. Su personaje, aunque posiblemente construido para ser el contrapunto perfecto a la figura pública de Diana, logra ser convincente y humanizado.

Sin embargo, la película no está exenta de fallas. El guion, en ocasiones, se siente un poco apresurado, buscando comprimir dos años de relación en un lapso de tiempo relativamente corto. Algunas escenas, especialmente las relacionadas con la inminente revelación de la relación, parecen forzadas y carentes de la sutileza que se esperaría en un drama de esta envergadura. El tratamiento de la realeza, aunque respetuoso, evita profundizar en las implicaciones políticas y sociales de la situación. El guion se concentra primordialmente en las emociones individuales de Diana y Khan, pasando por alto la maquinaria compleja que rodeaba a la familia real y su reacción ante la amenaza a su imagen.

A pesar de estas debilidades, “Diana” es una película que invita a la reflexión. Explora temas como el amor prohibido, la búsqueda de la identidad y la presión de vivir bajo el escrutinio público. La fotografía es hermosa, con una paleta de colores que evoca el ambiente de Pakistán y el interior de la residencia de Diana. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas sobre el precio de la fama y la búsqueda de la felicidad. Es una obra que, más allá de su valor como biografía, sirve como un recordatorio de que incluso las figuras más icónicas son seres humanos con sueños, deseos y pasiones propias.

Nota: 7/10