Difícil de matar (1990)

“Difícil de matar” es un thriller político que, a primera vista, podría pasar desapercibido en el escaparate de películas de acción. Sin embargo, bajo la superficie de explosiones y persecuciones a alta velocidad, se esconde una historia de venganza meticulosamente construida y con una cierta profundidad que merece la pena explorar. La película, dirigida por Ariel Viterbi, no se limita a ser un simple espectáculo de adrenalina; se adentra en la oscuridad de la corrupción, el abuso de poder y las consecuencias devastadoras de intentar silenciar a aquellos que se oponen al sistema.

La dirección de Viterbi es sólida, aunque a veces se inclina hacia la abundancia de clichés del género. El ritmo es frenético, manteniendo al espectador en vilo desde los primeros minutos, lo que le otorga una dinámica propicia para la tensión. El uso de la cámara, sin embargo, podría haber sido más innovador en algunos momentos. A pesar de esto, el director logra crear una atmósfera claustrofóbica y sombría que refleja el estado mental del protagonista, Michael Nash (Liam Neeson), un detective que se ve catapultado a la clandestinidad y la soledad tras sufrir un atentado que lo deja en coma. El montaje es eficaz para generar suspense, especialmente en las escenas de persecución, donde la frenética acción es casi hipnótica. La banda sonora, aunque convencional, refuerza la sensación de peligro constante.

Liam Neeson ofrece una interpretación convincente como Michael Nash. La película le permite mostrar un lado del personaje que no siempre vemos en sus papeles más centrados en la acción. Nash no es un héroe invulnerable; es un hombre roto, marcado por la tragedia y obsesionado con la venganza. Neeson transmite con maestría su dolor, su frustración y su determinación. La química con sus secundarios, especialmente con Penelope Cruz como la intrigante y manipuladora ‘La Hermana’, resulta especialmente destacada. Cruz aporta una elegancia glacial y una inteligencia palpable a su personaje, convirtiéndose en una antagonista que te hace cuestionar todo lo que crees saber.

El guion es donde la película a veces pierde un poco de fuerza. Aunque la trama central es interesante, algunos diálogos resultan un poco forzados y las motivaciones de ciertos personajes no siempre están suficientemente desarrolladas. Sin embargo, la película se salva por su capacidad de construir un suspense psicológico que se extiende a lo largo de casi dos horas y media. La idea de un detective que debe reconstruir su vida, su identidad y sus habilidades después de años en coma es intrigante y se explora con cierta profundidad. La película también toca temas como la moralidad, la justicia y los límites de la venganza, invitando al espectador a reflexionar sobre las implicaciones de sus propias acciones.

En definitiva, “Difícil de matar” es un thriller político que, aunque no revolucionario en su planteamiento, ofrece un entretenimiento sólido y con un buen reparto. La película es un ejemplo de cómo se pueden combinar la acción con la intriga, la tensión con la reflexión, y la adrenalina con la oscuridad. No esperes una obra maestra, pero si buscas un buen espectáculo con un Liam Neeson en forma, no te la pierdas.

Nota: 7/10