Dilan 1991 (2019)

‘Dilan 1991’ es más que una simple película juvenil; es una suerte de viaje al pasado, una carta de amor a la década de los 90 y un estudio sutil sobre las primeras decepciones amorosas y la búsqueda de la identidad. La película, dirigida por Hanung Rain Komander, se adentra en los rincones nostálgicos de un pequeño pueblo indonesio en 1991, un escenario que se convierte en un personaje en sí mismo, impregnado de un aire de simplicidad y un romanticismo que ya no se encuentra tanto en el cine contemporáneo. A diferencia de muchas películas adolescentes que se aferran a clichés, 'Dilan' se permite ser, fundamentalmente, una historia de crecimiento personal, aunque envuelta en la trama de un romance.

Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Iqbaal Ramadhan, como Dimas, transmite esa vulnerabilidad y esa inexperiencia adolescente de forma muy convincente. No se trata de un chico “perfecto”, sino de un joven en busca de su lugar en el mundo, vulnerable a la atracción de un grupo marginal y con una incapacidad notable para expresar sus sentimientos. Vanesha Prescilla, interpretando a Nino, aporta una mezcla perfecta de misterio y sensibilidad. Su personaje no es simplemente la rival amorosa; es una joven que ha vivido experiencias ajenas a la realidad local y que, a pesar de su aparente distanciamiento, siente una profunda empatía por Dimas. Sissy Prescillia, como Milea, aunque a veces sobreactuada, logra comunicar la complejidad de un personaje atormentado por sus propios demonios y la necesidad de validación.

El guion, aunque lento en algunos momentos, se centra en la construcción de personajes creíbles y en la exploración de las emociones de los protagonistas. La trama, aunque sencilla, funciona gracias a la habilidad del director para crear una atmósfera onírica y evocadora. La película no se detiene en excesivos detalles del conflicto entre Dimas y Milea, sino que prioriza la creación de un ambiente melancólico y reflexivo, un espacio donde se exploran las dudas, los miedos y la incertidumbre de la adolescencia. La ambientación en 1991, con sus cassettes, walkmans y una sensación de desconexión de la modernidad, funciona como un elemento simbólico, representando la búsqueda de autenticidad y la anhelo por un tiempo perdido. No obstante, a veces el ritmo se vuelve pausado hasta el punto de resultar un tanto repetitivo, perdiendo un poco de la tensión dramática que se podría haber explotado.

Sin embargo, la película no pretende ser una obra maestra cinematográfica. Es, en esencia, un drama adolescente bien construido, con un fuerte componente nostálgico. Su éxito reside en su capacidad para conectar con un público que recuerda la época de los primeros amores, las canciones de rock alternativo y la sensación de rebeldía juvenil. No ofrece soluciones fáciles ni finales felices; simplemente presenta un retrato honesto y emotivo de la adolescencia y las dificultades de crecer. La banda sonora, con una cuidadosa selección de canciones de rock alternativo de la época, contribuye enormemente a la atmósfera general de la película. En definitiva, ‘Dilan 1991’ es un entretenimiento agradable y reflexivo, que vale la pena ver si buscas un viaje al pasado y una historia de amor con un toque melancólico.

Nota: 7/10