Dillinger (1973)

“Dillinger” no es una película que busca glamurizar la vida criminal ni rebobiliar la historia del crimen organizado estadounidense. Es, más bien, un relato visceral y sombrío de la obsesión, la ambición y las consecuencias del castigo. Justin Chadwick, a través de su dirección, construye una atmósfera de tensión constante y desasosiego que te atrapa desde el inicio y no te suelta hasta el desenlace, que, francamente, no es particularmente satisfactorio.

La película se centra en Melvin Purvis, interpretado magistralmente por Ben Foster. Foster no solo logra transmitir la intensidad del personaje, sino que también lo humaniza, mostrando sus dudas, sus miedos y, sorprendentemente, un código moral que a veces choca con la brutalidad de su trabajo. Foster evita las caricaturas de villano que a menudo encontramos en este tipo de historias. Dillinger, interpretado por Holli Hunter, no es un monstruo absoluto, sino un hombre, un anarquista con un carisma inquietante y un pasado traumático que lo ha llevado al crimen. El conflicto entre Purvis y Dillinger no se centra únicamente en la persecución, sino en la confrontación de dos visiones del mundo, dos maneras de entender la justicia. La química entre Foster y Hunter es genuina, un duelo psicológico que es tan relevante como el enfrentamiento físico.

El guion, adaptado de la novela de Nicholas Pileggi, se mantiene fiel al espíritu de la historia original, pero Chadwick introduce un elemento crucial: la perspectiva de los agentes del FBI. A través de sus ojos, vemos el costo humano de esta guerra contra el crimen. La película no romantiza el trabajo policial, mostrando las muertes, las heridas y el impacto emocional sobre los hombres que se enfrentan a criminales implacables. El ritmo, aunque deliberado, puede resultar pausado para algunos espectadores. Chadwick se toma su tiempo para construir el ambiente y desarrollar a los personajes, lo que, en mi opinión, es fundamental para la efectividad de la película. Las escenas de acción, aunque bien coreografiadas, son relativamente escasas, lo que refuerza la sensación de investigación y persecución, más que de espectáculos de violencia.

Visualmente, "Dillinger" es impecable. La fotografía de Peter Susjan captura la época con gran detalle, recreando la atmósfera de Chicago en los años 30 de una manera creíble y evocadora. La banda sonora, compuesta por Alexandre Desplat, complementa a la perfección la narrativa, amplificando la tensión y el drama. Sin embargo, la película podría haber sido más ambiciosa en su exploración de temas como la corrupción policial, el contexto socioeconómico de la época, o la relación entre la figura del "héroe" y el "villano". A pesar de ello, “Dillinger” ofrece una experiencia cinematográfica sólida y reflexiva, que invita a la reflexión sobre la naturaleza del bien y del mal, y el precio que se paga por la justicia.

Nota: 7/10