“Dios no está muerto 2” es, en esencia, una comedia legal con un núcleo de reflexión existencial, y aunque la premisa inicial puede parecer kitsch, la película sorprende por su profundidad y, lo más importante, por su inesperada calidad. Melissa Joan Hart, conocida principalmente por su papel de Clarissa Darling en “Clarissa, la loca” de los años 90, demuestra una versatilidad admirable al interpretar a la abogada Victoria York, una profesora de inglés que, después de un incidente durante una clase, se ve inmersa en un caso legal que podría arruinar su vida profesional y su reputación.
La trama, que gira en torno a una disputa sobre la existencia de Dios, es intrincada y, a primera vista, bastante absurda. Sin embargo, el guion, gracias en gran parte a la dirección de Randall Wallace –director de “El precio de la libertad”– logra plantear interrogantes sobre la fe, la incredulidad, y la importancia de la creencia individual. La película no ofrece respuestas fáciles; más bien, invita al espectador a cuestionar sus propias convicciones y a considerar diferentes perspectivas. La escritura, en general, es sólida, con diálogos que van desde lo humorístico y coloquial hasta lo filosófico, logrando un equilibrio que evita caer en el melodrama o en la pretensión intelectual. El ritmo es bastante bueno, manteniendo la tensión y el interés del público a lo largo de las casi dos horas de duración.
El reparto secundario es notable. La actuación de James Belushi como el juez, un hombre de fe inquebrantable, es particularmente memorable. Su personaje, un hombre arraigado en sus creencias, se enfrenta a un dilema moral complejo, lo que le permite a Belushi mostrar una faceta más profunda y humana de su personaje, alejada de los papeles cómicos a los que suele estar más asociado. Pero la verdadera sorpresa reside en la actuación de Jason Alexander. Alexander, conocido por su papel en “Seinfeld”, aporta una química explosiva y un torbellino de sarcasmo y humor a su personaje, un abogado escéptico que se convierte en el inesperado aliado de Victoria. Su interpretación es audaz y, en cierto modo, revolucionaria para el actor.
La dirección de Wallace no es especialmente innovadora, pero sí es competente, creando un ambiente visualmente agradable, aunque algo convencional. Se aprecia un uso decente de la música, que acompaña con maestría las escenas más emotivas y los momentos de tensión. Visualmente, la película no es un hito, pero cumple su cometido narrativo y de entretenimiento. Sin embargo, es la temática, el guion bien construido y las actuaciones convincentes las que elevan a “Dios no está muerto 2” por encima de la simple comedia legal. La película, en definitiva, ofrece algo más que un simple entretenimiento; invita a la reflexión y a la búsqueda personal de la verdad. Es un experimento cinematográfico que, contra todo pronóstico, funciona sorprendentemente bien.
Nota: 7.5/10