Doce huérfanos (2021)

“Doce Huérfanos”, la película de John Ford que se estrenó en 1937, es mucho más que una simple historia de un entrenador de fútbol que inspira a un equipo de niños huérfanos. Es un retrato conmovedor y nostálico de la Gran Depresión, una exploración del espíritu humano frente a la adversidad y, sobre todo, una demostración magistral del poder de la compasión. Ford, a través de su fotografía y su estilo narrativo, logra evocar la atmósfera de la época con una autenticidad casi palpable.

La dirección de Ford es, en esencia, la clave del éxito de la película. No se trata de un melodrama excesivo, sino de una observación paciente y respetuosa de los personajes. Se centra en el proceso de transformación, mostrando cómo el Sr. Kane, interpretado con una mezcla de dureza y vulnerabilidad por John Ford mismo, se convierte en una figura paterna para estos niños. No le da soluciones fáciles ni promesas vacías. En cambio, les exige disciplina, trabajo duro y, sobre todo, el valor de creer en sí mismos. La película no busca la heroicidad grandilocuente, sino la dignidad en la lucha diaria.

Las actuaciones son sobresalientes. El elenco infantil, compuesto por jóvenes desconocidos en aquel entonces, ofrece un trabajo increíblemente creíble. No se trata de niños representando a niños; cada uno transmite una individualidad, una lucha interna que se refleja en sus movimientos y miradas. Especialmente memorable es la interpretación de Bobby Jordan, interpretado por Preston Foster, quien personifica la inocencia y la determinación en medio de la desolación. La química entre los niños es genuina y poderosa, contribuyendo significativamente al impacto emocional de la película.

El guion, adaptado de la novela de Edward Wagenheim, está excepcionalmente bien construido. No se pierde en clichés sentimentales, y si bien la trama se basa en la expectativa de ganar el campeonato, el verdadero núcleo de la historia reside en el desarrollo de los personajes y en la exploración de sus motivaciones. La película no solo muestra la pobreza y el sufrimiento de la época, sino también la resiliencia del espíritu humano. La escena final, con el equipo jugando y, a pesar de la derrota, celebrando el esfuerzo y el compañerismo, es un poderoso ejemplo de lo que significa la victoria genuina. El guion, con su sencillez y profundidad, logra conectar con el espectador a un nivel emocional profundo. La película no es una celebración del fútbol, sino una celebración de la esperanza.

En definitiva, “Doce Huérfanos” es un clásico atemporal. Una película hermosa, conmovedora y perspicaz que invita a la reflexión. Es un tesoro cinematográfico que merece ser visto y apreciado. Una obra maestra que trasciende su contexto histórico y continúa resonando con el público de hoy en día.

Nota: 9/10