Dolor y gloria (2019)

“Dolor y Gloria” no es una película fácil de digerir, ni tampoco se pretende ser. Es una obra maestra de introspección y melancolía, un retrato complejo y a menudo doloroso del proceso creativo, la memoria y la lucha contra el paso del tiempo. Salvador Mallo, el personaje interpretado con una dignidad conmovedora por parte de Sergi López, no es un héroe; es un hombre consumido por el pasado, un artista que ha perdido la capacidad de crear sin estar inextricablemente ligado a sus propias heridas. La película, dirigida por Álex de la Iglesia, se sumerge en la memoria del director, explorando sus primeros años, su obsesión por el cine y el intenso dolor que lo impulsa a seguir adelante.

De la Iglesia, a través de la dirección, demuestra una maestría particular en la construcción de atmósferas. La película se mueve entre el Madrid de los sesenta y el de los ochenta, dos épocas que se entrelazan de forma casi onírica, gracias a la fotografía de Paco Guerr, que utiliza colores vibrantes y una paleta de tonos que reflejan el estado emocional del protagonista. La película no se centra en una trama lineal; en su lugar, nos presenta una serie de flashbacks que se suceden con fluidez, como si fueran recuerdos caóticos y fragmentados. Esta estructura, aunque a veces confusa, es fundamental para comprender la mente atormentada de Mallo y su necesidad imperiosa de plasmar su dolor en imágenes.

Sergi López ofrece una actuación sublime. Su interpretación es magistralmente sutil, transmitiendo a través de la mirada, los gestos y la expresión facial, la profundidad de la angustia y el vacío del personaje. No recae en la dramatización, sino que logra un retrato psicológico realista y conmover profundamente. La química entre López y Elena Anaya, que interpreta a la primera mujer de Mallo, es palpable y añade una capa de complejidad a la relación, mostrando las limitaciones del amor y la dificultad de escapar del propio pasado.

El guion, adaptado de la autobiografía de Álex de la Iglesia, es excepcionalmente honesto y vulnerable. No es una glorificación del cine ni una idealización del arte, sino una exploración cruda y sin filtros de la angustia existencial. La película aborda temas como el amor, el fracaso, la soledad y la muerte con una franqueza inquietante. Si bien la estructura puede requerir paciencia y un esfuerzo mental, la recompensa es una experiencia cinematográfica profundamente reflexiva. Es una película que obliga al espectador a confrontar sus propios miedos y fantasmas. A pesar de la melancolía predominante, “Dolor y Gloria” no es una película desoladora, sino que, paradójicamente, ofrece una especie de esperanza en la capacidad de la memoria y el arte para dar sentido a la existencia.

Nota: 8.5/10