Don Juan DeMarco (1994)

“Don Juan DeMarco” es una propuesta cinematográfica sorprendentemente ambiciosa y a la vez desconcertante, un viaje estilístico que se pierde en su propia teatralidad. La película, dirigida por Vicente Amorós, no se limita a contar una historia; se instala en una atmósfera de ensueño, de relato mítico y, en última instancia, de duda sobre la realidad misma. La premisa, un joven que cree ser el famoso libertino del siglo XVII, Don Juan DeMarco, es ya de por sí intrigante, pero la forma en que Amorós la desenvuelve es donde reside su principal fortaleza y, al mismo tiempo, su mayor debilidad.

La dirección de Amorós es innegablemente imaginativa. La película está repleta de imágenes visualmente impactantes, que evocan a la par de la historia de Don Juan y de una suerte de melodrama decadente. El uso de colores saturados, la iluminación contrastada y la composición elaborada, casi de cuadro de pintura, crean un ambiente onírico que contrasta con la evidente angustia del protagonista, interpretado magistralmente por Eloy de la Mena. De la Mena, con su mirada perdida y su posesión de la máscara, transmite la desesperación y la confusión de un hombre que busca desesperadamente su identidad. Su actuación es el pilar fundamental de la película, y su entrega es absolutamente convincente.

El guion, escrito por Amorós y Oriol Pla, es, sin embargo, donde la película comienza a flaquear. La narrativa se construye de forma fragmentada, a través de flashbacks y visiones, que aunque crean una sensación de misterio, también dificultan la conexión emocional con el personaje. La historia de Don Juan, contada de manera discontinua, a menudo pierde su impacto dramático y se convierte en una sucesión de imágenes y situaciones aisladas. Las constantes incursiones en el pasado, aunque bien intencionadas, diluyen el presente y dificultan la comprensión del conflicto interno del protagonista. Si bien la intención es explorar la construcción de la identidad, la forma en que se realiza puede resultar frustrante para el espectador.

A pesar de sus inconsistencias narrativas, “Don Juan DeMarco” ofrece momentos de gran belleza visual y emocional. La banda sonora, cuidadosamente seleccionada, complementa la atmósfera de ensueño y amplifica la sensación de melancolía. La película no pretende ofrecer respuestas fáciles ni conclusiones definitivas; más bien, invita al espectador a reflexionar sobre la naturaleza de la identidad, la búsqueda del amor y la fragilidad de la memoria. En esencia, es una película que te deja con más preguntas que respuestas, un ejercicio formal interesante pero que podría haber beneficiado de una mayor cohesión y claridad en su estructura.

Nota: 6/10