Doña Clara (2016)

“Doña Clara” no es, en primer lugar, una película para reírse a carcajadas. Es un relato introspectivo, a menudo melancólico, sobre el paso del tiempo, el peso del pasado y la tenacidad de una mujer ante la amenaza de la modernidad. Dirigida por Selton Mello, la película se instala con calma en el universo de Clara, una ex crítica musical, arrugada por la vida y la soledad, que resiste un intento de venta de su apartamento en el emblemático Aquarius, un edificio histórico de Recife. Mello sabe crear atmósferas, y el Aquarius se convierte en un personaje más, un microcosmos de la historia de la ciudad y, de manera más amplia, del Brasil. La cinematografía de Rafael Garcia Neto, con sus encuadres a veces amplios que capturan la inmensidad del Océano Atlántico y otros más íntimos que revelan la expresión en el rostro de la protagonista, contribuye significativamente a esta atmósfera particular.

La interpretación de Ivete Macêdo como Doña Clara es, sin duda, el corazón de la película. Macêdo ofrece una actuación magistral, transmutando la figura de una mujer que, a primera vista, podría parecer un personaje duro y reivindicativo, en una visión mucho más compleja. Revela con sutileza las inseguridades, el miedo a la soledad y el profundo anhelo de conectar con el mundo, a pesar de su evidente orgullo y determinación. La actriz no se limita a interpretar a un personaje; se convierte en ella, y la audiencia se siente con ella en cada uno de sus silencios, en cada una de sus pequeñas explosiones de rabia. El guion, aunque no sobresale por su trama convencional, se basa en un diálogo interno muy rico, explorando temas como la memoria, el amor perdido, el impacto de la crítica musical en su vida y la percepción del valor de las cosas que se consideran “anticuadas” en un mundo obsesionado con la novedad.

Si bien la película se centra casi exclusivamente en la vida interior de Doña Clara, la ambientación en Recife es casi palpable. Mello utiliza la ciudad como un símbolo de la evolución y los cambios, contrastando la arquitectura clásica del Aquarius con la modernidad que se extiende por los alrededores. La banda sonora, con piezas de música brasileña de diferentes épocas, complementa a la perfección la historia, evocando recuerdos y emociones. No obstante, el ritmo de la película podría ser percibido como lento por algunos espectadores. La falta de giros dramáticos y la concentración en la introspección requieren paciencia y una predisposición a dejarse llevar por la historia, en lugar de esperar un clímax explosivo. El guion, en ocasiones, podría haber explorado las relaciones interpersonales de Doña Clara de manera más profunda, pero la elección de enfocarse en su viaje personal es, en última instancia, acertada.

En definitiva, “Doña Clara” es una película que, más allá de su historia personal, invita a la reflexión sobre el valor del pasado y la importancia de aferrarse a lo que nos define. Es un retrato honesto y conmovedor de una mujer que, a pesar de sus adversidades, se niega a perder su individualidad. Es una película que, aunque no sea para todos los gustos, deja una huella duradera en el espectador.

Nota: 7/10