Dos días en Nueva York (2012)

“Dos días en Nueva York” no es una revolución cinematográfica, ni mucho menos una secuela que logre escalar alturas similares a su predecesora, "Dos días en París". Sin embargo, la película de Woody Allen, después de más de una década, cumple con su habitual propósito: ofrecer una mirada íntima y a menudo divertida a la vida romántica y existencial de un hombre canoso y su mujer. Y aunque la premisa –una visita de fin de semana a Nueva York para complicar la vida sentimental de Marion – se siente un tanto predecible, la película logra un equilibrio entre humor, melancolía y momentos de genuina reflexión.

Woody Allen, en su etapa madura, se permite ser más indulgente con su protagonista, Marion (Juliette Binoche, impresionante), entregando un retrato más complejo y menos caricaturesco de un hombre que, a pesar de su temperamento y sus excentricidades, se muestra vulnerable y profundamente enamorado de su mujer. Allen, en lugar de buscar la agresión del humor, opta por la observación sutil, construyendo el humor a partir de las pequeñas incongruencias de la vida cotidiana y los diálogos llenos de ironía. La película se alimenta de la dinámica entre Marion y su marido, un ejercicio de comprensión y aceptación mutua que, aunque a veces puede resultar un poco repetitivo, es fundamental para el desarrollo de la trama.

Chris Rock, como el novio de Marion, aporta un contrapunto cómico interesante y necesario. Su presencia introduce un elemento de frescura y cuestiona la visión tradicional de la relación entre Marion y su esposo. La interacción entre ambos, llena de malentendidos y tensiones cómicas, se convierte en el núcleo de la película. Sin embargo, el personaje de Rock, a pesar de ser divertido, podría haber sido desarrollado con mayor profundidad, convirtiéndose en un elemento más activo en la narrativa.

La dirección de Allen es impecable, como siempre. La película está llena de detalles visuales que evocan la energía y el caos de Nueva York. La fotografía, con sus colores vibrantes y sus encuadres cuidadosos, contribuye a crear una atmósfera única. La banda sonora, compuesta por Nils Frahm, complementa a la perfección la narrativa, elevando las escenas más emotivas. Allen consigue, una vez más, capturar la esencia de la ciudad, transformándola en un personaje más que un mero escenario. No obstante, la película no rompe con sus convenciones, manteniendo un ritmo pausado y una estructura narrativa que puede resultar un poco lenta para algunos espectadores.

En definitiva, “Dos días en Nueva York” es una comedia romántica inteligente y bien elaborada, que no busca sorprender, sino ofrecer una reflexión sobre el amor, la familia y el paso del tiempo. Es una película que invita a la reflexión y, en cierto modo, nos recuerda por qué a Woody Allen le seguimos admirando a pesar de sus limitaciones. No es un hito, pero sí una película agradable y entretenida, con actuaciones sólidas y una dirección impecable.

Nota: 7/10