“Dos edades del amor” (Two Souls) es una película que se presenta como una delicada comedia dramática, pero que, en mi opinión, acaba siendo más un ejercicio de paciencia que un placer cinematográfico. La historia, centrada en el juez Timothy Timberlane y su esposa Virginia, la bibliotecaria, propone un choque de mundos y de expectativas que, aunque con intenciones nobles, termina resultando artificioso y, en ocasiones, abrumador. La película se construye sobre una premisa interesante: un matrimonio aparentemente feliz, al que se le introduce una tercera persona, Brad Criley, un joven bibliotecario que resulta ser amigo de Virginia y que, por supuesto, despierta un torbellino de emociones y sospechas en el matrimonio de Timberlane.
La dirección de Harold Ramis, fallecido prematuramente, se nota en la meticulosidad con la que se plantean las escenas, y en el deseo de dar profundidad a los personajes. Sin embargo, la lente con la que se cuenta la historia a veces se siente demasiado filtrada, evitando la ambigüedad y el conflicto real que podrían haber enriquecido la trama. El ritmo, especialmente en la primera mitad, es deliberadamente lento, buscando generar un ambiente de tensión, pero a menudo termina resultando tedioso. Se permite un largo tiempo de cortesía entre los personajes, lo que, aunque busca reflejar la vida cotidiana, se siente como un estancamiento narrativo.
Las actuaciones son, en general, sólidas. Michael Keaton, como el juez Timberlane, ofrece un retrato matizado de un hombre atrapado en sus propios prejuicios y en su incapacidad para comprender el amor verdadero. Su interpretación es sutil y llena de un dejo de melancolía, lo que contribuye a que el espectador se identifique con su conflicto interno. Robin Wright, por su parte, es convincente como Virginia, una mujer inteligente y con una fuerte personalidad que lucha por mantener su independencia y su felicidad. La química entre Keaton y Wright, aunque no siempre explótica, es genuina y logra transmitir la complejidad de su relación.
El guion, escrito por Ramis, Meg Greenfield y Robert Riskin, es donde la película más notablemente falla. Si bien la idea original tiene potencial, la ejecución es demasiado literal y se basa en clichés del género romántico. Las subtramas y los diálogos a veces son forzados y poco naturales, priorizando la construcción de la tensión dramática sobre el desarrollo de la relación entre los personajes. La película se deja llevar por un melodrama sentimental que, al final, parece carecer de una verdadera sustancia. Aunque se intenta explorar temas como el amor, la pérdida y el arrepentimiento, lo hace de una manera superficial, sin profundizar en las complejidades de la condición humana.
En definitiva, “Dos edades del amor” es una película que se queda a medio camino. Ofrece momentos de ternura y reflexión, pero también se ve lastrada por un guion poco inspirado y una dirección que se inclina demasiado por la dramatización. Es una película con buenas intenciones, pero que no logra alcanzar el impacto emocional que promete.
Nota: 6/10