Dos mulas y una mujer (1970)

“Dos mulas y una mujer” es un western peculiar y, en última instancia, sorprendentemente conmovedor que se adentra en un contexto histórico y geopolítico específico para ofrecer una historia de supervivencia, redención y, sobre todo, conexión humana. El filme, dirigido con cuidado por José Rivera, no busca redefinir el género western, sino más bien, aprovechar la premisa de un encuentro fortuito en un entorno de conflicto para explorar temas universales.

La película se centra en la relación entre Hogan (Martin Sheen), un mercenario endurecido por la guerra, y Sor Montserrat (Penélope Cruz), una monja que, a pesar de su fe, debe luchar por su vida. El choque inicial entre sus personalidades, la desconfianza arraigada en sus respectivas experiencias violentas, es el motor principal de la trama. Sheen, con su habitual intensidad, ofrece una interpretación magistral de un hombre desgastado por la guerra, que se muestra cínico y pragmático, pero que gradualmente revela una vulnerabilidad inesperada. Cruz, por su parte, aporta una ternura y una fortaleza inquebrantables a Sor Montserrat, la figura que actúa como catalizador del cambio en Hogan.

La dirección de Rivera es notablemente estilizada, evocando la atmósfera desoladora de un México convulso. La fotografía, en tonos ocres y rojizos, enfatiza la dureza del paisaje y el clima de tensión. La banda sonora, con melodías que recuerdan a la música tradicional mexicana, acentúa la sensación de estar en medio de un conflicto prolongado. Sin embargo, la película no se deja llevar por la mera estética; la dirección se centra en la construcción de personajes y en la sutil evolución de sus interacciones. La relación entre Hogan y Montserrat no se construye a través de diálogos grandilocuentes, sino mediante miradas, gestos y momentos de silencioso entendimiento.

El guion, adaptado de la novela de José Benítez, es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. No es un guion de acción frenética, sino uno que se centra en el desarrollo psicológico de los personajes. Las secuencias de violencia, aunque presentes, son utilizadas con moderación y se aprovechan para ilustrar la brutalidad de la guerra y el impacto que esta tiene en la psique de quienes la viven. La trama no es compleja, pero sí efectiva, y logra mantener al espectador enganchado hasta el final. La novela original, y por ende la adaptación cinematográfica, explora la complejidad moral de la guerra, mostrando que incluso aquellos que se involucran en actos violentos pueden ser capaces de encontrar la humanidad en los lugares más inesperados.

Finalmente, “Dos mulas y una mujer” es una película reflexiva y hermosa, que ofrece una perspectiva poco común sobre un período histórico crucial. Es una película que valora la conexión humana sobre el heroísmo individual, y que, en definitiva, nos recuerda que la esperanza puede surgir incluso en las circunstancias más sombrías. Una pequeña joya del cine independiente.

Nota: 7.5/10