Dos semanas en otra ciudad (1962)

“Dos semanas en otra ciudad” no es una revolución cinematográfica, ni siquiera una película que deje una huella imborrable en la memoria del espectador. Sin embargo, es una obra meticulosamente construida y con un gran mérito: consigue generar una atmósfera de melancolía y desasosiego que te atrapa desde sus primeros fotogramas. La película, dirigida con un toque sutil pero efectivo por Woody Allen, se centra en la jornada de un actor en crisis, Jack Andrus, en la bulliciosa Roma, y se centra en la complejidad de sus relaciones y, sobre todo, en su propio fracaso interno.

Woody Allen, conocido por su particular estilo, ofrece aquí una narrativa introspectiva que se aleja un tanto de sus comedias más convencionales. La película es lenta, deliberadamente, casi como un estudio de personajes. La dirección de Allen se caracteriza por su uso de la cámara subjetiva, que nos permite experimentar el desorientado mundo de Jack, sumido en un estado de introspección y dudas. Las tomas son cuidadosamente planificadas, evocando la sensación de estar observando a un hombre perdido en sus pensamientos. El uso de la luz, a menudo apagada y contrastada, contribuye significativamente a la atmósfera opresiva y a la sensación de aislamiento del protagonista.

La película se beneficia enormemente de las actuaciones de Jesse Eisenberg, quien ofrece una interpretación magistral. Eisenberg capta a la perfección la vulnerabilidad, la frustración y el desengaño de Jack. Su Jack Andrus no es un héroe, ni un villano; es un hombre banal, propenso a la autocompasión y a la crítica, pero que se muestra a través de sus ojos una profunda sensación de vacío existencial. La química entre Eisenberg y Greta Gerwig, quien interpreta a su ex esposa Carlotta, es palpable. Gerwig aporta una elegancia melancólica al papel de Carlotta, ofreciendo una interpretación sobria y llena de matices que explora el dolor de un amor perdido y el resentimiento por las decisiones pasadas.

El guion, aunque no está exento de diálogos ingeniosos y a veces forzados (un rasgo habitual de la obra de Allen), se destaca por su atención al detalle y su exploración de temas como el arte, la fama, el fracaso, el arrepentimiento y la dificultad de las relaciones humanas. La película evita juicios fáciles, presentando a sus personajes como seres imperfectos, movidos por sus propias motivaciones y errores. La trama, centrada en la breve estancia de Jack en Roma, funciona mejor como un catalizador para la reflexión personal que desencadena en el protagonista, más que como una historia con un arco narrativo sólido. La complejidad emocional del protagonista, y la forma en que esta se entrelaza con el entorno de Roma, son los verdaderos puntos fuertes de la película.

Nota: 7/10