Dos veces yo (1984)

“Dos veces yo” (Two Ways to be Gone) es una propuesta cinematográfica que, a primera vista, parece la fórmula perfecta para una comedia negra y surrealista. La premisa – una millonaria en agonía que se decide a intercambiar su alma con otra mujer – es audaz y potencialmente hilarante. Sin embargo, el resultado final, aunque ofrece momentos de ingenio y ciertas actuaciones destacadas, no alcanza la maestría esperada y se queda, en definitiva, por debajo de su propio potencial.

La dirección de Todd Strauss-Deuterwitz, si bien competente, carece de la fuerza visual y el ritmo narrativo que podrían haber elevado la película. Se siente un cierto torpeza en la puesta en escena, y en algunos momentos, la película se ralentiza innecesariamente, perdiendo el impulso inicial. Se intenta crear una atmósfera particular, un poco de pesadilla onírica, pero a menudo se diluye en un exceso de elementos visuales que terminan abrumando la trama principal. Hay intentos por evocar la ciencia ficción de Terry Gilliam, pero la película termina siendo más un ejercicio de comedia oscura con toques de ciencia ficción, sin la profundidad ni la coherencia de las obras de referencia.

Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Lily Tomlin, como siempre, es magistral. Logra transmitir la exasperación, la melancolía y el sarcasmo de una mujer que se enfrenta a la muerte con una mezcla de amargura y humor negro. Su Edwina Cutwater es un personaje complejo, lleno de contradicciones y con un profundo sentido del humor que se convierte en la verdadera brújula moral de la historia. Steve Martin, por su parte, ofrece una interpretación sutil pero efectiva como Roger Cobb, el abogado que se ve repentinamente afectado por la transferencia de la alma de Edwina. Su Cobb es un hombre promedio, desorientado y, en última instancia, conmovido por la experiencia. Aunque la química entre Tomlin y Martin no explota al máximo, se aprecia un respeto mutuo y una comprensión de los personajes que aporta credibilidad a su interacción.

El guion, en el que colaboran Tomlin y Martin, presenta algunos diálogos ingeniosos y situaciones cómicas que funcionan bien. Sin embargo, la historia carece de un núcleo emocional sólido y, a medida que avanza, se vuelve predecible. Los problemas que surgen tras el intercambio de almas no se exploran con la profundidad que merecen, y la resolución final resulta algo apresurada y poco satisfactoria. Se intenta explorar temas como la mortalidad, la identidad y la naturaleza del alma, pero estas reflexiones se ofrecen superficialmente, sin llegar a provocar una reflexión real en el espectador. El humor, a menudo, es forzado y se basa más en la personalidad de Tomlin que en la calidad de los argumentos.

A pesar de sus fallos, “Dos veces yo” ofrece un entretenimiento ligero y, en ciertos momentos, divertido. Las actuaciones de Tomlin y Martin son suficientes para justificar una sola sesión de cine. Pero, en definitiva, la película no deja una impresión duradera y no cumple con las expectativas generadas por su premisa original.

Nota: 6/10