“Dr. Rictus” no es una película que te deje indiferente. Es, en el mejor de los casos, un experimento cinematográfico inquietante que se instala en la mente del espectador, generando una sensación de incomodidad persistente. El director, Daniel Larranaga, no busca el espectáculo gore o la espectacularidad gratuita, sino una atmósfera de horror psicológico, construida sobre una base de sutiles detalles y una tensión constante. Larranaga nos recuerda a directores como David Lynch o Ari Aster, aunque sin la grandilocuencia de algunos y con una sensibilidad más contenida, que se refleja particularmente en la dirección de fotografía de Daniel Rivas, quien utiliza una paleta de colores apagados y una iluminación deliberadamente fría para subrayar el aislamiento y la locura del protagonista.
La película se centra en Evan Rendell, interpretado magistralmente por el actor Raúl Arévalo, un hombre que lleva años encerrado en psiquiatría, convencido de que su padre, también médico, lo persigue y le ha infligido un daño irreparable. Arévalo ofrece una interpretación absolutamente convincente, transmitiendo la fragilidad mental de Evan mientras, a la vez, sugiere una rabia contenida que amenaza con estallar. Su mirada, cargada de tormenta interior, es el elemento más impactante de la película. El resto del elenco secundario, aunque con papeles relativamente pequeños, ofrece interpretaciones sólidas, particularmente Laura Ribas como la enfermera que trata de mantener un equilibrio precario entre la profesionalidad y la empatía ante la locura de Evan.
El guion, coescrito por Larranaga y Javier Merino, es donde reside la mayor fortaleza de la película. No se centra en la acción, sino en el proceso mental de Evan, explorando las consecuencias de sus recuerdos, sus traumas y sus delirios. La película se toma su tiempo para construir la trama, permitiendo al espectador sumergirse en la mente del protagonista. El ritmo, aunque pausado, es deliberado, creando una sensación de claustrofobia y anticipación. Sin embargo, en algunos momentos, la lentitud puede resultar un poco excesiva, desviando la atención del espectador. A pesar de ello, las escenas en las que Evan se prepara para sus "operaciones" son intensas, visualmente impactantes y narrativamente efectivas. La construcción del personaje de Evan es un triunfo, ofreciendo una visión inquietante de la psicosis y la búsqueda de venganza. La película no explica la locura de Evan, sino que la presenta como una realidad tangible y aterradora.
El diseño de sonido, por su parte, juega un papel fundamental en la creación de la atmósfera opresiva. El zumbido constante de las máquinas, los susurros inquietantes y la ausencia de música contribuyen a generar una sensación de tensión constante. La película también aborda temas como la ética médica, el abuso de poder y el impacto de la enfermedad mental en las relaciones familiares, aunque lo hace de forma sutil y sugerente. "Dr. Rictus” no es una película para todos los públicos, pero para aquellos que aprecien el horror psicológico y la narrativa compleja, es una experiencia cinematográfica memorable y perturbadora. Es un retrato oscuro y fascinante de la mente humana, con una fuerte carga emocional y visual.
Nota: 7/10