Dragon Ball Z: El más fuerte del mundo (1990)

“Dragon Ball Z: El más fuerte del mundo” no es solo una película de anime; es un ejercicio de nostalgia cargado de un barniz de acción que, a pesar de sus ambiciones, no logra alcanzar la excelencia. La película se presenta como una oportunidad para revisar elementos clásicos del universo Dragon Ball Z y, en cierto modo, lo hace, pero con una ejecución que se siente a menudo previsible y, en algunos momentos, torpe. La trama, aunque no innovadora, es un intento de introducir un nuevo villano y expandir el lore, aunque el desarrollo de Shen Long se siente algo forzado y, para ser honesto, carente de la profundidad que se espera de un personaje tan significativo en la franquicia.

Dirigida por Tetsuro Komuro, la película se centra en la disputa entre el Dr. Kochin y el Dr. Wheelo, dos científicos obsesionados con la búsqueda del poder absoluto. La invocación de Shen Long, el dragón más poderoso, se presenta como un evento épico, pero la escena se siente un tanto apresurada y con poca atmósfera. La actuación de Christopher Lee, como el Dr. Kochin, es notablemente efectiva; logra transmitir una mezcla de ambición despiadada y un toque de desesperación que lo hace, sin duda, el mejor personaje de la película. Sin embargo, el resto de los actores de voz luchan por igualar su intensidad.

La dirección visualmente es competente, con secuencias de batallas coreografiadas con la energía característica de Dragon Ball Z. La película, en general, se mantiene fiel al estilo de la serie original, ofreciendo un ritmo frenético y lleno de golpes espectaculares. No obstante, la acción, aunque bien ejecutada técnicamente, a menudo carece de la sorpresa y la creatividad que definieron las mejores batallas de la serie. Las transformaciones, particularmente la de Gokú como Super Saiyajin Dios, son visualmente impresionantes, pero se sienten un poco repetitivas y, en última instancia, carentes de una verdadera emoción. La película, por tanto, se limita a mostrar la transformación, sin explorar las implicaciones emocionales y psicológicas que la acompañan.

El guion, sin duda, es la debilidad principal de la película. Diálogos genéricos, situaciones predecibles y un ritmo irregular contribuyen a un resultado mediocre. La decisión de introducir a Gokú como el “Hombre más fuerte del Mundo” es comprensible, considerando su posición en la saga, pero la forma en que se presenta la situación, con una persecución rápida y la posterior liberación, no está bien articulada. La trama, en esencia, se siente como una serie de eventos concatenados, más que una historia cohesionada. Se intenta construir un conflicto mayor, pero la ejecución resulta simplista y, a menudo, poco convincente. A pesar de los esfuerzos por conectar con los fans más acérrimos, la película no logra generar una verdadera sensación de peligro o amenaza. La resolución, a pesar de la intervención de Shen Long, se siente un tanto apresurada y, en última instancia, decepcionante.

Nota: 6/10