Dragon Ball Z: Los mejores rivales (1991)

“Dragon Ball Z: Los Mejores Rivales” es una secuela que, lamentablemente, se siente como una extensión más que como una mejora sustancial respecto a su predecesora. Si bien la premisa, la venganza de Cooler por la muerte de su hermano, ofrece potencial para un conflicto épico y psicológicamente interesante, la ejecución final resulta decepcionante. La película se apoya demasiado en la acción frenética y los efectos visuales, sacrificando la profundidad narrativa y el desarrollo de personajes que, en el material original, eran centrales para la serie.

La dirección de Jim Foster, a pesar de ser competente en la animación y el diseño de secuencias de lucha, no logra transmitir la tensión emocional necesaria para que el espectador se preocupe por el destino de los personajes. Las peleas son espectaculares, sin duda, y emplean una gran cantidad de recursos visuales para mostrarlas en su máxima intensidad. Sin embargo, se siente que la coreografía de las batallas está pensada más para impresionar visualmente que para contar una historia convincente. Las transiciones entre escenas son bruscas, y a menudo se pierden momentos cruciales de diálogo o interacción que podrían haber enriquecido la narrativa.

Las actuaciones de los actores de voz son decentes, pero no logran dar vida a los personajes de manera particularmente memorable. Kami, el narrador, se siente redundante y aporta poco a la historia. Vegeta y Goku, por supuesto, siguen siendo los personajes centrales, pero sus interacciones se reducen a simples intercambios de insultos y demostraciones de fuerza. La película no se molesta en explorar las profundidades de su rivalidad, ni en mostrar sus motivaciones más allá de la lucha por el dominio. El arco del personaje de Cooler, a pesar de ser el punto de partida de la trama, se ve sacrificado en favor de la acción desenfrenada, dejando al espectador con la sensación de que su posible evolución podría haber sido mucho más interesante.

El guion, en general, carece de originalidad y profundidad. Se repiten patrones narrativos ya vistos en la serie, y la resolución de la trama es predecible y, en última instancia, poco satisfactoria. La película intenta abordar temas como el honor y la venganza, pero lo hace de una manera superficial, sin profundizar en las consecuencias emocionales o filosóficas de estas ideas. El ritmo es desigual; hay momentos de gran tensión interrumpidos por secuencias de acción innecesariamente largas que restan valor a la trama principal. A pesar de que se intenta introducir elementos nuevos, como la posibilidad de que el poder de los Saiyajin se extinga, la película no logra crear una sensación de urgencia o de que el destino de la galaxia está en peligro. La idea del "último rival" resulta cliché y poco original, y su implementación es deslucida.

En resumen, “Dragon Ball Z: Los Mejores Rivales” es una película de acción para los fans más acérrimos de la franquicia, que apreciarán la explosión de poder y los efectos especiales. Sin embargo, para el espectador general, puede resultar aburrida y carente de sustancia. La película no logra capturar la esencia de lo que hace que “Dragon Ball Z” sea tan popular, y en última instancia, se siente como una oportunidad perdida.

Nota: 5/10