Dreamy (2013)

“Dreamy” no es una película para disfrutar de una tarde tranquila. Es una experiencia cinematográfica densa, inquietante y que se aferra a ti mucho después de que los créditos finales hayan comenzado a rodar. La dirección de David Lowery, conocida por su sensibilidad visual y su enfoque en personajes complejos, se manifiesta en una atmósfera opresiva y constantemente amenazante, aunque a veces siente la necesidad de oscilar entre la sugestión y la explicación directa, un punto que, en algunos momentos, resta impacto a la sensación de misterio. Lowery consigue, sin embargo, construir un espacio onírico donde la realidad y la percepción se entrelazan, creando una banda sonora visual y auditiva que es, a la vez, desconcertante y cautivadora.

El corazón de la película reside en la interpretación de Akbar Abdi como Akbar, un anciano cuyo rostro arrugado y mirada perdida transmiten una profunda tristeza y una carga ancestral. Abdi ofrece una actuación magistral, logrando comunicar la desesperación y la angustia de un hombre atormentado por un pasado que parece imposible de escapar. Su vulnerabilidad y su lucha interna son palpables, convirtiéndolo en un personaje con el que el espectador se identifica a pesar de las circunstancias extraordinarias. La química con Sare Bayat, quien interpreta a la mujer en peligro, es sutil pero efectiva, generando una tensión palpable que impulsa la narrativa hacia adelante. Bayat, a su vez, ofrece una actuación discreta pero impactante, representando la fragilidad y la inocencia de una mujer atrapada en un juego letal.

El guion, co-escrito por Lowery y Krystian Villadsen, se basa en un concepto original y fascinante, aunque su ejecución presenta algunas imperfecciones. La premisa inicial es potente y el desarrollo de la trama, aunque a veces confusa y con algunos giros inesperados, mantiene al espectador al borde de su asiento. La película se beneficia de un ritmo deliberado que permite explorar la psicología de los personajes y el contexto cultural de la historia, que parece estar inspirada en tradiciones islámicas. Sin embargo, el guion a veces recae en explicaciones innecesarias que empañan la atmósfera de misterio y la ambigüedad. La justificación de la advertencia y el origen de la conexión entre Akbar y la mujer son, en última instancia, un poco superficiales, dejando al espectador con preguntas sin responder completamente.

A pesar de estas debilidades, “Dreamy” es una película memorable por su atmósfera única y sus actuaciones convincentes. Es un estudio de la culpa, el arrepentimiento y la carga del pasado, un drama psicológico con un toque de terror sobrenatural. No es una película fácil de ver, pero sí una que ofrece una experiencia cinematográfica original y provocadora. Es una película que te hace cuestionar la naturaleza de la verdad, la memoria y el poder del pasado.

Nota: 7/10