Tres (2010)

“Tres” es un ejercicio de intimidad moderna, un melodrama psicológico que, aunque no llega a ser una obra maestra, merece la pena analizar por su ambición y su perspicacia en la exploración de las complejidades del deseo y la conexión humana. La película, dirigida con una sutileza casi dolorosa por Florian Henckel von Donnersmarck, se centra en Hanna, Simon y Adam, tres individuos aparentemente exitosos que encuentran, sin previo aviso, una atracción innegable que trastoca sus vidas y sus rutinas establecidas. La historia no se presenta como un romance convencional; se trata más bien de una danza intrincada de emociones, inseguridades y el miedo a lo desconocido.

La dirección de Donnersmarck es impecable. Se enfoca en los detalles, en las micro-expresiones que revelan la turbulencia emocional debajo de la superficie de la aparente normalidad de los protagonistas. La película utiliza la fotografía en tonos oscuros y la iluminación natural para crear una atmósfera densa y claustrofóbica, que refleja el torbellino de sentimientos que experimentan los personajes. No abusa de la voyeurización, sino que permite al espectador observar la interacción entre ellos de forma discreta, casi como un testigo silencioso. Este enfoque minimiza el melodrama y maximiza el impacto psicológico.

Las actuaciones son, sin duda, el punto fuerte de la película. Sandra Hüller como Hanna irradia una vulnerabilidad que es a la vez cautivadora y perturbadora. Su personaje, atormentada por el pasado y atorada por el presente, transmite con una precisión notable los matices de la duda, la atracción y el miedo. Burghart Kluffner, interpretando a Simon, ofrece una actuación igualmente convincente, mostrando la aparente calma y la sutil incomodidad que siente ante la inesperada revolución en su vida. Pero es Ben Whishaw como Adam quien probablemente dejará la mayor impresión. Su personaje, un hombre con un pasado misterioso y una mirada enigmática, encarna la incertidumbre y el misterio que permea la película. Whishaw logra transmitir una complejidad emocional que va más allá de la simple atracción física.

El guion, adaptado de la novela homónima de Patrick Suskind, es inteligente y provocador. No busca ofrecer respuestas fáciles. Más bien, plantea preguntas sobre la naturaleza del amor, la infidelidad, la identidad y el significado de las relaciones humanas. La historia avanza a un ritmo pausado, lo que permite al espectador sumergirse en la psicología de los personajes y reflexionar sobre sus motivaciones. Sin embargo, a veces la lentitud puede convertirse en un obstáculo, ralentizando el desarrollo de la trama y dejando ciertos aspectos sin explorar en profundidad. La novela tenía la posibilidad de profundizar más en el pasado de Adam y las implicaciones que esto tenía en su comportamiento, lo cual se diluye en la adaptación cinematográfica.

En definitiva, “Tres” es una película inquietante y estimulante que explora los límites de la intimidad y el deseo. No es un espectáculo visualmente deslumbrante, pero sí es una experiencia emocionalmente resonante que permanece en la mente mucho después de que los créditos finales hayan rodado. La película, aunque con cierta lentitud, ofrece un retrato honesto y, a veces, brutalmente honesto de las complejidades del amor y las relaciones humanas.

Nota: 7.5/10