Drei Zinnen (2017)

“Drei Zinnen” (Tres Picos) no es una película que te acaricia; es una que te golpea con la frialdad imponente de las montañas en las que se desarrolla. Dirigida por Michael Herbig, esta película austriaca es una experiencia cinematográfica intensa y perturbadora, una observación psicológica crujiendo bajo el peso de la incomunicación familiar. La premisa, sencilla al principio, se transforma en un laberinto de silencios y miradas esquivas, donde la búsqueda de un nuevo comienzo se convierte en una batalla silenciosa por la posesión del territorio emocional.

El guion, en gran medida, reside en la tensión latente entre los tres personajes principales. Alexander Fehling, como Aaron, ofrece una actuación magistralmente contenida, su rostro una máscara de aparente calma que oculta una tormenta interior. El director Herbig, con su habitual meticulosidad visual, construye un ambiente claustrofóbico, utilizando la arquitectura austríaca y la naturaleza salvaje para reflejar el aislamiento emocional de la familia. La película no se basa en diálogos grandilocuentes; la verdadera comunicación se encuentra en los gestos, las pausas y en la miradas que no dicen nada. Se enfatiza en gran medida la ausencia de palabras y la necesidad, casi desesperada, de comprenderse mutuamente. La película, con su ritmo pausado, crea una atmósfera de suspense que permea cada escena, incluso aquellas que parecen ser cotidianas.

La actuación de Bérénice Bejo, como Lea, complementa perfectamente la de Fehling. Su interpretación es sutil, pero llena de una profunda tristeza y una determinación silenciosa. El contraste entre su rostro, a menudo marcado por la resignación, y la de su hijo Tristan, interpretado con una madurez inusitada por Julian Hillar, añade una capa de complejidad a la dinámica familiar. La película no ofrece soluciones fáciles; el espectador se ve confrontado a la realidad de la incomunicación, de las expectativas frustradas y del impacto que el pasado puede tener en el presente.

A nivel técnico, "Drei Zinnen" es impecable. La fotografía de Boris Dichler captura con maestría la belleza austríaca, pero también su brutalidad. La dirección artística y el diseño de sonido contribuyen a crear un ambiente casi opresivo, que intensifica la sensación de inquietud y desasosiego. La película es, en definitiva, una meditación sobre la fragilidad de las relaciones familiares, la dificultad de perdonar y la búsqueda, quizás inútil, de un lugar al que pertenecer. Es una obra potente y memorable, que no dejará indiferente al espectador.

Nota: 8/10