Duma (2005)

“Duma” no es una película de acción, ni un espectáculo de la fauna salvaje. Es, sorprendentemente, una historia íntima sobre la conexión familiar, la pérdida y el aprendizaje de lo que significa realmente la responsabilidad. Dirigida por Michael Caton, la película se abre como una ventana a la vida tranquila y en gran medida austera de un rancho en Kenia, y la belleza del paisaje, filmado con una paleta de colores vibrantes y una fotografía impecable, casi hipnotiza al espectador desde el principio. La dirección de Caton es contemplativa, permitiendo que la historia fluya de forma orgánica, sin apresuramientos ni artificios innecesarios.

La película se centra en Xan, un niño que, junto a sus padres, rescata a una cría de guepardo, a la que bautizan como Duma. La representación del niño, interpretado por Jarlath Wall, es particularmente conmovedora. Wall logra transmitir la inocencia, la curiosidad y, eventualmente, la creciente melancolía de Xan al ver que su nueva mascota está destinada a regresar a la naturaleza. La relación entre Xan y Duma no es simplemente de tutoría; se establece una conexión profunda, casi simbiótica, que se siente genuina y conmovedora. La química entre los dos actores es un pilar fundamental de la película. Las actuaciones de los padres, interpretados por Adam Brody y Jack McGee, son sutiles pero potentes, reflejando el amor incondicional y las dificultades inherentes a asumir la responsabilidad de una criatura tan vulnerable.

El guion, adaptado de la novela de Diane Ackerman, es probablemente el punto fuerte de la película. No se centra en el espectacularismo de la vida salvaje, sino en las pequeñas decisiones, las conversaciones silenciosas y las reflexiones que acompañan a la transición de Duma de la cría a la adulta. La película explora la ambigüedad moral de la situación: ¿es correcto separar a una criatura de su hogar, por noble que sea la intención? El guion se atreve a plantear preguntas profundas sobre la ética de la intervención humana en la naturaleza, sin ofrecer respuestas fáciles. Se trata de un guion inteligente que se deleita en el detalle y en la exploración de las emociones humanas.

La banda sonora, que evoca las sonoridades de África, complementa perfectamente la atmósfera de la película, realzando la sensación de conexión con el entorno natural. Sin embargo, la película no está exenta de cierta lentitud, que podría resultar un obstáculo para algunos espectadores. La falta de elementos dramáticos explosivos puede percibirse como un defecto, aunque en realidad es precisamente esta sobriedad la que le otorga a la película su particular profundidad. Es una película que se disfruta más que se ve; una experiencia que invita a la reflexión y al diálogo.

Nota: 7/10