Dünya Hali (2018)

“Dünya Hali” (Estado del Mundo), la reciente película turca dirigida por Erdem Simitcioglu, no es una explosión de melodrama, sino una contemplación melancólica sobre la soledad, el anhelo y la búsqueda de la conexión en la bulliciosa Estambul. La película, lejos de intentar ser un drama romántico convencionalmente perfecto, opta por una aproximación más sutil y, en cierto modo, desconcertante a la hora de construir su trama. El resultado es, a mi juicio, una experiencia cinematográfica peculiar pero, en definitiva, gratificante para aquellos dispuestos a dejarse llevar por su ritmo pausado.

La película se centra en Serdar, interpretado con una sensibilidad magnética por Cem Yılmaz, un animador de 29 años que reside en un apartamento compartido con sus compañeros Batu y Masal. Yılmaz, que también participa en la producción como guionista y productor, ofrece una actuación certera y llena de matices. Su personaje, con su introversión palpable y su constante lucha por encontrar un propósito, es instantáneamente relatable, y la película se beneficia enormemente de su presencia. No es un héroe tradicional, ni un galán encantador; es un hombre común, atrapado en una especie de letargo existencial, y precisamente esa vulnerabilidad es lo que lo hace tan creíble.

La dirección de Simitcioglu es notable. Se aferra a la estética vibrante de Estambul, un palimpsesto de historia y modernidad, pero no lo usa simplemente como un telón de fondo. La ciudad misma se convierte en un personaje, un elemento crucial que refleja, a través de sus calles laberínticas, sus cafés bulliciosos y sus vistas al Bósforo, el estado emocional de los protagonistas. La cinematografía, con sus planos largos y sus encuadres que capturan la luz de la ciudad al atardecer, contribuye a crear una atmósfera onírica y melancólica.

El guion, aunque a veces se siente un poco lento y repetitivo en su exploración de la soledad de Serdar, posee momentos de brillante ingenio. La trama secundaria, la entrevista de Gizem (interpretada por Nihan Sadikoglu) sobre la filofobia, aporta un contrapunto interesante al drama romántico, explorando las miedos y las inseguridades que subyacen a las relaciones humanas. Sin embargo, la película podría haber beneficiado de una mayor profundidad en el desarrollo de los personajes secundarios, especialmente de Batu y Masal, que se limitan a ser cómplices del protagonista sin alcanzar un desarrollo significativo propio.

En definitiva, “Dünya Hali” es una película que no busca la espectacularidad, sino la honestidad. Es una reflexión sobre las expectativas no cumplidas, el deseo de conexión y la dificultad de romper el círculo vicioso de la soledad. Es un retrato íntimo y, en ocasiones, doloroso de la vida moderna, contado con sensibilidad y una fotografía impecable. Si bien su ritmo pausado podría no ser del gusto de todos, para aquellos que buscan una experiencia cinematográfica contemplativa y emocionalmente resonante, "Dünya Hali" es una recomendación acertada.

Nota: 7.5/10