“Duro de matar” (Hard Target), la película de 1993 dirigida por Walter Hill, no es solo un thriller de acción pulido y lleno de tensión; es un ejercicio de pura adrenalina cinematográfica que, a pesar de su edad, sigue sorprendiendo por su ritmo implacable y su estilo visual atemporal. La película, ambientada en el contexto de la Nueva York de los años 90, regresa con fuerza, ofreciendo una experiencia de cine visceral y llena de giros inesperados.
La dirección de Walter Hill es magistral en la creación de ambientes tensos y claustrofóbicos. Las escenas de acción son coreografiadas con una precisión asombrosa, que equilibra el realismo con la exageración estilizada propia de Hill. La película se basa en la tensión, en la espera de la explosión, en el constante presagio de peligro. El uso de la cámara, a menudo en primer plano, intensifica la sensación de incomodidad y amenaza, acercándonos a los personajes y a sus decisiones desesperadas. No se trata de violencia gratuita, sino de una representación cruda y realista de las consecuencias de la violencia y la desesperación.
Jean-Claude Van Damme, en un papel que explota al máximo su físico y su capacidad para el combate, ofrece una actuación sorprendentemente convincente. Van Damme, en esta ocasión, no busca la comedia ni la heroización, sino una interpretación honesta y dura de un hombre atrapado en una situación imposible. Su personaje, Keong, un policía de Hong Kong con un pasado turbio, es un hombre cínico y pragmático que lucha por sobrevivir en un mundo implacable. El enfrentamiento físico es el elemento central de la película, y Van Damme lo domina con una fuerza brutal y un control total de sus movimientos. La película explora la idea de la venganza como motor de sus acciones, y la incapacidad de Keong para escapar de un ciclo de violencia.
El guion, escrito por Stephen Ferris y Walter Hill, es un elemento fundamental para el éxito de la película. Aunque la trama pueda parecer sencilla, la película está llena de giros inesperados y situaciones complejas que mantienen al espectador al borde del asiento. El desarrollo del personaje de Keong, su pasado y las motivaciones que lo impulsan, se revela gradualmente a lo largo de la historia, añadiendo profundidad a la narrativa. La película se sumerge en la criminalidad del Bronx, mostrando la rivalidad entre las bandas y la corrupción policial. El uso del suspense es efectivo, manteniendo la incertidumbre sobre el destino de los personajes hasta el final.
Si bien la película podría beneficiarse de un ritmo más pausado en algunas escenas y de un mayor desarrollo de algunos personajes secundarios, la experiencia general es positiva y refrescante. “Duro de matar” es una película de acción que se mantiene fiel a su género, ofreciendo un entretenimiento puro y sin concesiones para aquellos que buscan una experiencia cinematográfica intensa y emocionante. No es una obra maestra, pero es un clásico del género que merece ser revisitado.
Nota: 7/10