Duro de pelar (1978)

“Duro de pelar” (Puncher, en su título original) no es una obra maestra cinematográfica, ni tampoco un desastre total, sino un ejercicio interesante de tono y una sorpresa agradable. La película, dirigida por el experimentado David Cronenberg (sí, el mismo que nos dio “Resacado”), no se toma la seriedad a la ligera, abrazando un humor negro, visceral y, a veces, terriblemente incómodo, que se alía con una historia de amor marcada por la frustración y la incapacidad de conectar. Cronenberg, con su habitual astucia, consigue transformar lo absurdo en una experiencia cinematográfica memorable, aunque no precisamente fácil.

La película se centra en Phil, interpretado con una naturalidad desarmante por Tim Roth. Roth entrega una actuación magistral como un hombre aparentemente simple y amigable, pero con una oscuridad subyacente que se revela gradualmente. Su personaje es, sin duda, el corazón de la película. La incomodidad que genera Phil no es gratuita; es producto de la mirada del espectador, de la comprensión de sus traumas internos y de la represión de sus impulsos violentos. La dirección de Cronenberg explota a la perfección este contraste, mostrándonos momentos de aparente dulzura seguidos de explosiones de violencia que dejan al espectador desconcertado. Roth logra transmitir una vulnerabilidad palpable bajo la superficie, haciendo que sus acciones, por brutales que sean, tengan una cierta lógica interna.

La presencia de Bud, el orangután, interpretado por el propio Roth (una decisión sorprendentemente acertada), añade una capa adicional de complejidad a la historia. No se trata simplemente de un personaje secundario cómico; Bud es un reflejo del estado emocional de Phil, una manifestación física de su incapacidad para expresar sus sentimientos. La relación entre ambos, aunque a menudo tensa y perturbadora, funciona como un dispositivo narrativo eficaz, amplificando la sensación de aislamiento y desesperación. La dinámica entre Phil y Bud es compleja y, a veces, hilarante, pero siempre teñida de una profunda tristeza.

El guion, coescrito por Cronenberg y Geremy Fried, es una delicia de sutilezas. La trama avanza a un ritmo pausado, permitiendo que los personajes y sus motivaciones se desarrollen con lentitud. Las conversaciones son mordaces y llenas de diálogos que resuenan con una honestidad brutal. Sin embargo, la película no se queda en la mera crítica social; también explora temas como la soledad, el trauma y la búsqueda de la identidad. La ambientación en el mundo del transporte, con sus bares polvorientos, sus rutinas monótonas y sus encuentros casuales, proporciona un telón de fondo creíble y evocador para la historia. Es importante señalar que la película se toma su tiempo para construir la tensión, y el final, aunque impactante, puede resultar anticlimático para algunos espectadores.

En definitiva, "Duro de pelar" es una película que se queda en la mente mucho después de que termina. No es una película fácil de ver, pero es una película que te obliga a pensar, a sentir y a cuestionar tus propias ideas sobre la naturaleza humana. Es un ejemplo perfecto de cómo Cronenberg puede utilizar el humor negro y la violencia para explorar temas profundos y complejos. Es una pieza cinematográfica que merece la pena ser vista, aunque no sea para los débiles de corazón.

Nota: 7/10