Dylan Dog: Los muertos de la noche (2011)

“Dylan Dog: Los Muertos de la Noche” se presenta, en primer lugar, como una apuesta arriesgada para la adaptación de un personaje tan arraigado en la cultura popular británica. La película, dirigida por el veterano David Moreau y el guionista Frederic Fonteyne, no es una obra maestra, pero sí una incursión curiosa en el mundo del detective paranormal, logrando un equilibrio sorprendentemente agradable entre la atmósfera gótica, la acción y un humor negro que recuerda a las historias originales de Richard Fielden. El resultado, en última instancia, es una película que, pese a sus fallos, compensa con un encanto particular.

La dirección de Moreau y Fonteyne consigue recrear con notable éxito el universo visual del personaje. La ambientación en Londres, una ciudad siempre propicia para historias sobrenaturales, es oscura, lluviosa y plagada de detalles que alimentan la atmósfera inquietante. La paleta de colores, dominada por grises y azules, contribuye significativamente a esta sensación de opresión y melancolía, reforzada por la fotografía de Benoit Roland Sallat. Sin embargo, a veces la película se siente un tanto recargada visualmente, con demasiadas transiciones y efectos especiales que, en lugar de realzar la narrativa, la ralentizan. A pesar de ello, se aprecia la intención de crear una experiencia cinematográfica que evoque la lectura de un cómic.

El núcleo de la película reside en las actuaciones. Aaron Paul, en el papel de Dylan Dog, se muestra como un detective cínico, cansado y con un profundo sentido del humor negro. Su interpretación, aunque a veces un tanto estereotipada, es convincente y contagiosa. La química entre Paul y la joven Bella Ramsey, que interpreta a la joven Lila, es notable. Ramsey aporta frescura y vitalidad al personaje, contrastando con el desencanto de Dog, lo que genera un dinamismo interesante en la relación. Los secundarios, incluyendo a Bill Nighy en un papel secundario, ofrecen también interpretaciones sólidas, dotando de credibilidad al universo creado.

El guion, sin embargo, es donde la película más notablemente debilita. Si bien la premisa inicial –un grupo de niños secuestrados por una bruja que se dedica a revivir a los muertos – es atractiva, la trama carece de la complejidad y el suspense que se esperaría de una historia de detectives paranormales. Se recurre a clichés del género, y el ritmo de la historia es irregular, con momentos de tensión seguidos de largos pasajes de diálogo que podrían haber sido más dinámicos. La resolución, aunque satisfactoria, es algo predecible y carece de la ambigüedad que podría haber elevado la experiencia. El uso de flashbacks, que buscan profundizar en el pasado de Dylan Dog, resulta a veces desvinculado de la trama principal, diluyendo el impacto emocional.

A pesar de sus defectos, “Dylan Dog: Los Muertos de la Noche” ofrece un entretenimiento decente para aquellos familiarizados con el personaje y el género. Es una película que, si bien no es innovadora, cumple su cometido de ofrecer una aventura paranormal en el corazón de Londres, con un toque de humor negro y un protagonista entrañable. Es, en definitiva, una película que se disfruta más por lo que representa que por lo que ofrece en términos narrativos.

Nota: 6/10