Eduardo Manostijeras (1990)

“Eduardo Manostijeras” es una película que se instala en la memoria con la fuerza de un suspiro inquietante. La dirección de Terry Gilliam, conocida por su estilo visualmente extravagante, alcanza nuevas cotas de surrealismo en esta adaptación de la novela corta de Neil Gaiman. No es una película para todos los públicos, pero para aquellos que aprecien el cine que desafía las convenciones y que se atreve a explorar los rincones más oscuros de la imaginación, es una experiencia cinematográfica inolvidable. Gilliam construye un universo onírico y perturbador, donde la línea entre la realidad y la fantasía se difumina hasta desaparecer, creando una atmósfera densa y opresiva que te envuelve desde el primer fotograma.

Las actuaciones son, en general, sólidas. Johnny Depp, como Edward, ofrece una interpretación magistral. Su faceta de hombre aislado, vulnerable y a la vez profundamente perturbada, es el corazón palpitante de la película. Depp logra transmitir la fragilidad y la confusión de Edward con una sutileza asombrosa, sin caer en la caricatura. La química entre Depp y Alison Lohan, que interpreta a la encantadora Emily, es particularmente notable. Lohan aporta un contrapunto refrescante al personaje de Edward, representando la vitalidad y la inocencia en un mundo que se ve cada vez más artificial. No obstante, algunos secundarios, aunque cumplen su función, no logran la misma profundidad que los protagonistas.

El guion, adaptado del relato de Neil Gaiman, se centra en la disrupción de la vida de Edward al introducirlo en el mundo suburbano. La película explora temas como la alienación, la artificialidad de la sociedad estadounidense, la pérdida de la inocencia y la dificultad de adaptarse a entornos ajenos. El guion es inteligente y provocador, con diálogos a veces absurdos y otros profundamente significativos. Gilliam no rehuye la oscuridad y la violencia, que se presentan de forma explícita pero sin caer en la gratuitedad. La película se sumerge en la incomodidad, en lo que nos hace sentir incómodos y desorientados, reflejando la propia experiencia de Edward al encontrarse desorientado y fuera de lugar en Suburbia. La narrativa, aunque no siempre lineal, mantiene el interés del espectador gracias a su peculiaridad y a su capacidad para generar preguntas sobre la naturaleza de la identidad y la felicidad.

Visualmente, “Eduardo Manostijeras” es una obra maestra. La estética Gilliam es inconfundible, con una mezcla de elementos barrocos, kitsch y surrealistas que crean un contraste impactante. Los escenarios, meticulosamente diseñados y construidos, son exuberantes y grotescos a la vez. La fotografía, por su parte, es oscura y evocadora, realzando la atmósfera onírica de la película. La banda sonora, compuesta por Alexandre Desplat, es igualmente perturbadora y hermosa, complementando a la perfección la visión de Gilliam.

Nota: 8.5/10