Eighth Grade (2018)

“Eighth Grade” no es una comedia adolescente con chistes fáciles y situaciones grandilocuentes. Es, en cambio, una observación brutal, a menudo incómoda y profundamente conmovedora sobre la adolescencia y la dificultad de encontrarse a uno mismo en una etapa de transición. Bo Burnham, quien también es el autor del guion y la música, ha creado una película que resuena con una autenticidad y vulnerabilidad que pocos filmes de este género logran alcanzar. La película sigue a Kayla, interpretada magistralmente por Elsie Fisher, una joven de trece años que intenta desesperadamente superar el último trimestre del instituto, una tarea que se ve obstaculizada por su inseguridad, su falta de confianza y la incapacidad de conectar con sus compañeros.

Lo que distingue a “Eighth Grade” es su perspectiva. Se nos presenta la vida de Kayla a través de sus vídeos de Snapchat, capturas de pantalla de sus chats y notas de voz. Esta narrativa fragmentada, que nos sumerge en el torbellino de pensamientos y emociones de la protagonista, es la clave del éxito de la película. No vemos a Kayla a través de una lente idealizada; la vemos a través de su propia cámara, un instrumento que utiliza para auto-observarse, para procesar su mundo y, en última instancia, para intentar ser aceptada. Bo Burnham logra captar con precisión la incomodidad, la frustración y el deseo de conexión que caracterizan la experiencia adolescente. La dirección de Andrew Haigh es impecable: la cámara, en su mayoría, está en manos de Kayla, lo que intensifica la sensación de estar dentro de su cabeza, experimentando sus dudas y miedos junto a ella. La banda sonora, compuesta por la propia Elsie Fisher, es una mezcla inquietante pero hermosa de pop electrónico y baladas, que complementa a la perfección la atmósfera de la película.

El personaje de Kayla es extraordinariamente bien construido. El miedo a ser juzgada, el deseo de pertenecer y la búsqueda de la identidad son temas universales que resuenan con cualquiera que haya pasado por la adolescencia. Elsie Fisher ofrece una actuación sutil pero poderosa, transmitiendo la vulnerabilidad y la complejidad del personaje con una naturalidad asombrosa. No se trata de una actuación grandilocuente, sino de una representación honesta y realista de las emociones de una joven en crisis. Los papeles secundarios, aunque secundarios, también están bien interpretados, contribuyendo a la atmósfera cruda y veraz de la película. Se evita la caricatura y la exageración, presentando situaciones y personajes con una autenticidad que hace que las relaciones se sientan genuinas.

“Eighth Grade” no busca ofrecer soluciones fáciles ni moralizar. En lugar de eso, simplemente presenta una imagen honesta y sin tapujos de la adolescencia, un periodo marcado por la incertidumbre, la confusión y el deseo desesperado de ser aceptado. Es una película que provoca, que te hace reflexionar y, quizás, te recuerda un poco tu propia adolescencia. Es un trabajo importante, que desafía las convenciones del género y ofrece una mirada fresca y original a un tema universal. Es una película que, después de verla, te deja una sensación agridulce, pero innegablemente valiosa.

Nota: 8.5/10