El abuelo (1998)

“El abuelo” es una película que, a primera vista, parece un simple melodrama familiar con un trasfondo histórico, pero que en realidad se revela como una pieza reflexiva y profundamente melancólica sobre la construcción de la identidad, el peso del pasado y la inevitabilidad del cambio. Dirigida por Alejandro Amenábar, la película no se contenta con una mera recreación de la España rural del siglo XX; se sumerge en la atmósfera opresiva y la moralidad inflexible de una época donde el honor se elevaba a la categoría de ley. Lo que emerge es una historia de silencios, secretos y el dolor crudo que se oculta tras una fachada de decoro.

La película se centra en Don Rodrigo, interpretado magistralmente por Javier Bardem, un hombre consumido por una idea distorsionada del honor, una noción que le ha llevado a perpetuar una mentira y a mantener una doble vida. Bardem ofrece una actuación formidable, transmitiendo con una intensidad devastadora la frustración, el resentimiento y el anhelo de un hombre que se siente traicionado por sus propios ideales. Su evolución, aunque lenta y dolorosa, es el corazón palpitante de la narrativa. La dirección de Amenábar se caracteriza por su meticulosidad en la recreación de la época y en el uso del paisaje asturiano como un personaje más, testigo silencioso de las tragedias y los secretos familiares.

La película no solo explora la relación entre el abuelo y sus nietas, sino que también plantea preguntas sobre la naturaleza de la familia, la responsabilidad individual y la amabilidad como un ideal inalcanzable en un contexto social marcado por la hipocresía y el prejuicio. Las actuaciones de las jóvenes Lucía Soto y Martina Estéfani como Nelly y Dolly son especialmente convincentes, capturando la inocencia y la vulnerabilidad de las muchachas frente a la dureza del entorno y el peso del secreto familiar. El guion, coescrito por Amenábar y Juan Antonio Vidal, es elegante y sobrio, evitando la sentimentalidad excesiva y permitiendo que los personajes y sus motivaciones resalten de forma natural.

Sin embargo, la película no es exenta de ciertas debilidades. Algunos podrían argumentar que la trama, aunque bien desarrollada, se basa en un cliché narrativo y que el ritmo, a pesar de su cuidadosa construcción, puede resultar lento para algunos espectadores. No obstante, la atmósfera opresiva, la música inquietante y las interpretaciones impecables logran mantener el interés del espectador y lo invitan a reflexionar sobre las consecuencias del silencio y la dificultad de escapar del pasado. La banda sonora de Roque Baños, en particular, es una pieza fundamental para el tono general de la película.

Nota: 8/10