El afinador de terremotos (2005)

“El Afinador de Terremotos” es una película que se atreve a abrazar una atmósfera de ensueño sombrío, y lo hace con un cuidado casi maníaco. Director David Lowery se sumerge en una estética oscura y evocadora, que recuerda a los cuentos de Edgar Allan Poe o a las películas de Guillermo del Toro, pero con un toque propio, casi gótico industrial. La película no busca ser una experiencia fácil; exige atención y prepara al espectador para un viaje perturbador y lento, donde el misterio se desvela gradualmente en lugar de ser abruptamente revelado. La fotografía, de Carlo Dinelli, es absolutamente impresionante: los paisajes crepusculares, con sus colores apagados y sombras omnipresentes, no son meros fondos decorativos, sino que son personajes en sí mismos, que influyen directamente en el estado de ánimo del espectador.

El guion, adaptado de la novela homónima de Warwick Peaty, es la columna vertebral de la película y, en mi opinión, su punto más fuerte. Aunque la historia se desarrolla en un contexto histórico específico, la película parece transitar entre la realidad y la fantasía, difuminando las líneas entre la ciencia ficción, el terror psicológico y la opera. La trama, centrada en la aparente resurrección de una soprano asesinada, se teje con una complejidad que recompensa la paciencia del espectador. El ritmo deliberadamente pausado permite que la tensión se acumule lentamente, y la exploración de temas como la ambición, la obsesión, la muerte y la artificialidad del arte son profundos y, francamente, inquietantes. El diálogo, aunque a veces puede parecer un tanto elevado y retórico, contribuye a la atmósfera onírica y al sentido de disonancia que impregna la película.

Las actuaciones son sólidas en general. Matilda Lutz como Malvina van Stille irradia una belleza melancólica y una vulnerabilidad que la convierten en una protagonista cautivadora. Sus escenas en el escenario son particularmente memorables, transmitiendo la tensión y el horror de su situación. Tom Hollander, en el papel del Dr. Emmanuel Droz, ofrece una interpretación magistralmente inquietante. Su Droz no es simplemente un villano caricaturesco, sino un hombre consumido por la ambición científica y la desesperación por trascender los límites de la vida y la muerte. Su presencia en pantalla es palpable, y su mirada llena de una mezcla de locura y fascinación es profundamente perturbadora. La química entre Lutz y Hollander es excelente, creando una dinámica de poder y obsesión que alimenta la tensión narrativa.

Si bien la película tiene algunos momentos lentos y puede no ser del gusto de todos, "El Afinador de Terremotos" es una experiencia cinematográfica verdaderamente singular. Es una película que invita a la reflexión, que te deja con preguntas sin respuesta y que te persigue en la mente mucho después de que los créditos finales han terminado. Su belleza oscura y su atmósfera gótica industrial la convierten en un festín visual y una exploración inquietante de la condición humana. Es un trabajo que solidifica el estatus de Lowery como un director con una visión muy particular y una habilidad para crear mundos y atmósferas memorables.

Nota: 8/10