El altar de la moda (1934)

“El Altar de la Moda” (1946) es, sin duda, una joya oculta del cine negro clásico, una comedia de crímenes con un toque de romance y una estética visual que enamora desde el primer plano. Dirigida por Anthony Mann, la película ofrece una visión refrescante del género, alejándose de la oscuridad habitual para abrazar un tono más ligero y elegante, aunque con sus personajes que mantienen una cierta vena de ambigüedad moral.

William Powell, en el papel del encantador y astuto Sherwood Nash, brilla con una carisma innato. Su personaje, un ladrón de diseños con un corazón oculto, es un delicioso ejemplo de antihéroe. Powell no solo posee un encanto magnético, sino que también transmite la inteligencia y la vulnerabilidad necesarias para que el espectador se sienta partiendo de sus aventuras. Su química con Frances Bergen, quien interpreta a la elegante y reservada Madeline, es fundamental para el éxito de la película, dotando a la trama de un elemento romántico que aporta profundidad al relato. Bergen, por su parte, ofrece una interpretación contenida pero convincente, su personaje adquiriendo fuerza a medida que se ve envuelto en las maquinaciones de Nash.

La dirección de Mann se caracteriza por una meticulosa composición de planos, priorizando la belleza visual y el juego de luces y sombras. La cinematografía de Arthur Ellisen es especialmente destacable, creando atmósferas sofisticadas y reveladoras. Los escenarios de París, tanto los opulentos salones de moda como las calles adoquinadas, se convierten en personajes más que accesorios, contribuyendo a la atmósfera glamurosa y al misterio de la trama. La película está repleta de planos que, a simple vista, parecen inocuos, pero que al analizar más a fondo, revelan detalles que anticipan el engaño o la intriga. La coreografía de algunos movimientos robados, en particular durante el desfile, es particularmente ingeniosa y memorable.

El guion, adaptado de la obra teatral “La Tenda de la Moda”, es inteligente y ligero, evitando la excesiva solemnidad que a veces asola el género. La trama, aunque sencilla en su premisa, está bien construida y mantiene al espectador enganchado gracias a los constantes giros y a la habilidad de los guionistas. Se juega con la expectativa, presentando situaciones aparentemente inocuas que se revelan como trampas elaboradas. La película no se toma demasiado en serio, permitiendo que el humor y la tensión coexistan con naturalidad.

Sin embargo, la película no está exenta de algunos defectos. El ritmo puede resultar algo irregular en ciertos momentos, y algunos diálogos, aunque ingeniosos, podrían haber sido más concisos. No obstante, estos pequeños fallos son insignificantes frente al conjunto de la experiencia cinematográfica que ofrece "El Altar de la Moda". Es una comedia de crímenes refinada, visualmente atractiva y con actuaciones memorables que merece ser descubierta por los amantes del cine clásico.

Nota: 7.5/10