El amor lo es todo, todo (2017)

“El amor lo es todo, todo” (Everything, Everywhere All at Once) es una experiencia cinematográfica tan vertiginosa y sorprendentemente conmovedora que desafía las expectativas del espectador desde el primer minuto. Más allá de la premisa inicial de una joven alérgica a prácticamente todo, la película se revela como una meditación sobre la familia, la responsabilidad, el arrepentimiento y, por supuesto, el amor en todas sus formas. La dirección de Daniel Kwan y Daniel Scheinert es, sencillamente, magistral. No se limitan a contar una historia; construyen un universo narrativo, visualmente rico y a menudo absurdo, pero siempre con una coherencia interna que asombra. El uso de la narrativa multiversal no es solo un truco visual, sino que se utiliza para explorar las diferentes elecciones que nos hacen, las posibilidades que se desvanecen y las consecuencias de nuestras decisiones. La película se siente como una explosión de creatividad, un carnaval de ideas interconectadas que transcurren a una velocidad vertiginosa, pero con un control narrativo que evitan que se sienta caótica o desconcertante.

Michelle Yeoh ofrece una actuación que es, sin duda, la joya de la corona. Su interpretación de Evelyn Wang, una inmigrante china americana abrumada por el estrés y la frustración, es profundamente humana y multifacética. Observamos su evolución desde una mujer agotada por las responsabilidades familiares hasta una guerrera cuántica, pero siempre con una vulnerabilidad palpable. Su trabajo transmite una gama increíble de emociones: el resentimiento, la angustia, el amor materno, la desesperación y la esperanza. También merece especial mención Ke Huy Quan como Waymond Wang, el esposo de Evelyn, un hombre que equilibra la ternura con un ingenio inusual y una sorprendente capacidad para la acción. La química entre Yeoh y Quan es fundamental para el éxito de la película, y su dinámica se convierte en el corazón emocional de la historia.

El guion, coescrito por Kwan y Scheinert, es donde la película realmente brilla. Las secuencias de acción son innovadoras, divertidas y, a la vez, profundas. La película no rehuye el humor, incluso en los momentos más intensos, y utiliza el payasaje absurdo del multiverso para satirizar y explorar temas complejos. Sin embargo, lo que más destaca es su capacidad para equilibrar la locura con la emoción. Las escenas de conflicto familiar, la relación entre Evelyn y su hija Joy, son increíblemente resonantes y generan una conexión emocional con el espectador. La película se atreve a abordar temas difíciles, como la diáspora, la comunicación intergeneracional y la presión cultural, sin caer en sermones o simplificaciones. El guion es inteligente, original y, sobre todo, honesto.

En definitiva, “El amor lo es todo, todo” es una película que te desafía, te emociona y te hace reflexionar. Es una experiencia cinematográfica inolvidable que celebra la individualidad, la familia y la capacidad del amor para superar cualquier obstáculo. No es una película fácil de digerir, pero la recompensa por el esfuerzo es inmensa. Es una obra maestra contemporánea que seguramente dejará una huella en la historia del cine.

Nota: 9.5/10